Del diablo y sus bemoles
Hacia el año 325 de la Era Común, el Emperador Constantino El Grande, primer emperador romano cristiano aunque solo fuera bautizado al morir, se dio cuenta de que la unidad del Imperio, disperso y caótico debido a los apetitos individuales y sectoriales y a su gran extensión, dependía de una férrea organización en torno a una Divinidad inasible e invisible y por lo tanto indiscutible. El Cristianismo primitivo la tenía pero cada facción la utilizaba a su manera y según sus intereses.
Ante semejante desmadre, Constantino organizó, presionando a los obispos cristianos de entonces, el Concilio de Nicea, del cual salió fortalecida la facción que consideró adecuada para culminar sus intentos unificadores, como cabeza del Gran Imperio Romano Germánico: La Iglesia Católica, vocablo procedente de la palabra griega Katholikos que significa Universal. Justo lo que necesitaba.
Constantino puede considerarse por ello el real e histórico Fundador de la Iglesia Católica. Aquello de que “Eres Piedra y sobre esa piedra edificaré mi iglesia”, es parte de la mitología cristiana necesitada de un origen “divino” que legitimara el invento religioso surgido del judaísmo. El Concilio de Nicea fue, entonces, el nacimiento de la milenaria institución que hoy dirige Francisco en el año 1701 de su nacimiento real y jurídico, y en el año 2018 de su mitológico parto.
Pero a partir del Concilio de Nicea, la Iglesia Católica y la reciente jerarquía surgida de allí, se dieron cuenta de que los fieles necesitaban, para ser totalmente convencidos de que la Iglesia era la única y verdadera, fuera de la cual “no hay salvación”, de algo más que la promesa de la dicha eterna al lado de Dios Padre después de la muerte, o sea el regreso al Paraíso pero sin manzanas ni serpientes. Y ese algo que faltaba era el otro término de la ecuación: El Miedo. No hay nada, ninguna emoción que unifique más que el Miedo. Ni siquiera el Amor o el Odio, las otras grandes emociones humanas, porque estas son personales, individuales. No hay amores ni odios colectivos aunque puedan haber fanatismos que aúnen las diversas emociones individuales que pueda provocar un líder.
Así que los jerarcas necesitaban resucitar al diablo bíblico tentador y perverso. La serpiente no servía porque su figura es algo repulsiva para la mayoría de las gentes. De tal modo que, como era lógico dados sus orígenes mitológicos, la Iglesia miró en torno y descubrió la figura perfecta para aterrorizar a las gentes, con algunas pequeñas modificaciones: Pan, el semidios griego de los pastores, que vagaba por los campos uniendo sus rebaños mientras tocaba la flauta y perseguía las hermosas ninfas el bosque, encantadas con sus descomunales atributos de la mitad para abajo. Eso de tocar la flauta tiene, pues, sus remotos orígenes eróticos y no precisamente musicales.
En todo caso, Pan era la idea precisa: Fauno feo, grandote, con cuernos que le adornaban la testa, pezuñas hendidas en lugar de pies, y un pene que le envidiaría el mejor dotado de los mortales. Además, aficionado a la música como Apolo, el otro músico de la camada de dioses, aparte de cautivador y andariego casi ubicuo pues se lo encontraba en todas partes. Era la imagen viva y acechante de lo que la Iglesia ya consideraba la mayor aberración y el máximo pecado: el de la carne, o sea el sexo. El Placer. ¡El Real Enemigo!
El sexo ha sido el máximo gozo humano natural y biológico y si no fuera por la necesidad o el negocio, sería el único gratuito. Y lo sigue siendo. Es el único placer que solo necesita un SÍ para compartirse y disfrutarse. Competía y compite con la promesa de Felicidad eterna al lado de Dios Padre, de modo que era necesario prohibirlo. Pero para ello, primero había que degradarlo, demonizarlo, satanizarlo. Ubicarlo como la máxima expresión de vileza, pecado y desorden moral. Solo podía salvarse un poco, aunque no mucho según San Agustín, confinado a la celda cuasi monástica del Matrimonio. La Gran Virtud para la Iglesia, la que garantiza la Gloria Eterna pues no compite con ella sino que la remplaza en la tierra, es la Castidad. De modo que le cortaron algo al “aquello” del semidiós Pan, para que no fuera tan ostensible y deseable. Pero conservaron sus otras características, algo repulsivas sobre todo si se les hacía un poco de primitivo Photoshop. Y así el viejo Pan quedó convertido en el Moderno Satán, como se ve en las figuras que incluye este texto.
Con el terror a bordo amenazando la tranquilidad de la grey, esta volvería o se mantendría en el redil y esperaría orando la Gloria Eterna, única felicidad posible para los jerarcas que venden humo casto y virtuoso a los fieles, aunque a menudo caigan ellos en tentaciones más parecidas a Eros y a Cupido que a Teresa de Calcuta.
Por cierto y para finir, el Demonio ha pasado al desván. Juan XXIII lo empezó a desmontar; Pablo VI le propinó un empujón antes de la copita de vino aquella; y ahora Francisco le da entierro de tercera: No Existe. El rato que se le ocurra decir que su contraparte tampoco existe, marcha…
Por
Omar Ospina García
El diccionario de la Lengua Española es
preciso y taxativo en la diferenciación entre los dos términos del título de
este espacio radial de la Parroquia de San Antonio de Pichincha, Continuidad y Continuismo.
Dice con exactitud que Continuidad es: 1) la Unión natural que tienen entre sí
las partes del Continuo, y 2), la Cualidad o condición de las funciones o
transformaciones continuas. Y Dice de Continuismo que es la Situación en la que
el poder de un político, de un régimen, de un sistema, etc., se prolonga
indefinidamente sin indicios de cambio o renovación.
En la política o, mejor dicho, en la administración Política
del Estado Ecuatoriano desde su creación hace ya casi dos siglos, el 13 de mayo
de 1830, ha existido casi sin variantes ni cambios renovadores, un continuismo
en la práctica gubernamental de adscripción al Sistema Capitalista de Gobierno
del Estado. No obstante intentos revolucionarios o de cambio estructural como
la Revolución Alfarista que se prolongó desde la insurrección del 5 de junio de
1895 y la toma del poder por elecciones del Caudillo Eloy Alfaro en enero de
1897 hasta el término del Segundo Alfarismo en agosto de 1911, con la renuncia
de Alfaro a la Presidencia y su asesinato cuando intentaba retornar a la palestra política. O como la Revolución juliana del 9 de julio de
1915, que se mantuvo hasta 1931.
Tendrían que pasar 75 años hasta cuando un nuevo intento
de cambio y renovación, no de Revolución aunque este haya sido su nombre político,
apareciera en el panorama nacional del país: la llamada Revolución Ciudadana
que en 2006 encarnó un nuevo líder llegado de la Academia pero sin suficientes
credenciales políticas ni experiencia en el enmarañado y oscuro mundo de la
política criolla: Rafael Correa Delgado. El novel político ganó democrática y
sobradamente las elecciones de ese año con un electorado cansado del
CONTINUISMO NEOLIBERAL, y ansioso de otro Proyecto Político que tuviese en
cuenta no solo lo Económico y el subsecuente Crecimiento del país a favor de las
altas clases dirigentes dueñas de todo el aparato productivo nacional, sino también, y de preferencia, lo Social, con una mayor atención a las necesidades de las
masas populares y de los sectores estratégicos del andar nacional.
Diez años, hasta 2017, duró este nuevo intento de cambio
estructural, y en las elecciones de 2017 la inexperiencia del líder, su
excesiva confianza en los políticos de viejo cuño que lo acompañaron y que se
habían agazapado detrás de los nuevos nombres, la deserción de algunos de estos
nuevos que se adhirieron al Proyecto pero se sintieron defraudados al darse
cuenta de que el Líder tenía su Propia Agenda de Gobierno y no les aceptó la
que ellos, desde su nueva “sabiduría”, le quisieron imponer, dieron al traste
con la iniciativa de la Revolución Ciudadana, paradójicamente no perdedora este
año sino ganadora en los comicios, pero traicionada rápidamente por quien Rafael
Correa había elegido para ser el Candidato de la CONTINUIDAD.
Con un plan en la mano escondida pero la “lealtad” en
la extendida, Lenin Moreno tomó la posta de la Revolución Ciudadana, pero la
vieja Partidocracia, que ya lo tenía en sus manos sea por coincidencias
ideológicas o por su oportunismo o por tener en el armario secretos
inconfesables harto conocidos por la Derecha tradicional y la Derecha Corrupta
que lo empezó a acompañar, el Plan Social de la Revolución Ciudadana dio el
traspié necesario para que la pretendida CONTINUIDAD de un Proyecto Político
cercano a los intereses populares, fuera rápidamente remplazado por el CONTINUISMO
de una manera de Gobernar ya familiar en la historia del país: el control del
Estado por las Altas Clases Dirigentes económicas y sociales, con al sempiterno
apoyo de la Jerarquía Eclesiástica Católica muy lejana ya de sus antiguos conductores, Monseñor Leonidas Proaño y Monseñor Alberto Luna, y del respaldo de las sectas cristianas que poco a poco avanzan en la nueva recatequización de un pueblo no reeducado nunca en los caminos de la Ciencia y la Razón
Sin embargo de que los tres intentos de cambio lograron
notables avances políticos, sociales y económicos a favor de las clases más
desfavorecidas, el Estado Ecuatoriano aún no ha podido salir del Sistema
Capitalista de Mercado. Las tres revoluciones trataron, sí, de menguar, en
beneficio de las masas trabajadoras, el dominio que sobre el Estado ejercían
terratenientes, industriales, comerciantes poderosos, la banca y los poderes
fácticos de los Medios de Comunicación, siempre en manos de la empresa privada,
en un contrasentido profesional y ético evidente, puesto que la Información es un Derecho Ciudadano, no un negocio particular que
convierta la noticia en mercancía.
Que es lo que ocurre desde los inicios mismos del periodismo
ecuatoriano, aunque las Primicias de la Cultura de Quito, del Fundador
Eugenio Espejo, haya puesto un ejemplo de solidaridad y cercanía con la gente
del común, ejemplo que en adelante fue desestimado y proscrito para convertirse
el Periodismo en una actividad empresarial privada.
Así las cosas, el país nacional regresa al viejo País
Político en manos de las Élites, a la voz cantante de los EE UU en las
decisiones nacionales que involucran sus intereses geopolíticos y económicos en
la Región Sudamericana, y a la vieja CORRUPCIÓN de esas Élites, corrupción que
hoy, con todo el poder político, económico y jurisdiccional en sus manos,
tratan de tapar con un manto bastante sucio y percudido de mañas: vendiendo la
Idea de que son ellos, los viejos corruptos, los hoy Angelicales nuevos Honestos del país, y que la CORRUPCIÓN,
SU CORRUPCIÓN TRADICIONAL, no fue tal sino más bien un Invento del Proyecto de
Cambio dela Revolución Ciudadana.
Sin PRENSA para desmentir o el menos controvertir
ese tinglado de falsedades, de nuevo el CONTINUISMO descarta la CONTINUIDAD, y
el país y sus habitantes vuelven a las viejas prácticas de Gobernar para los
menos y el Imperio, mientras los MÁS sobreaguan en medio del lodazal, y las
clases medias se esconden tras los tuits de Protesta, con la nueva y bastante
desnutrida todavía nueva herramienta comunicacional:
Las Redes Sociales… Ese posmoderno y precario remplazo del
Periodismo de Verdad…
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