Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2021

La Tragedia, siempre al acecho…

El Mundial de Fútbol Brasil/50 pudo tener otro final y pudo tener otros protagonistas. Y el equipo que hubiese motivado ese cambio, era Italia. A lo largo de los años cuarenta, el mundo se masacraba en una guerra de locura de la mano del mayor monstruo en la historia de la humanidad, Adolfo Hitler, y el Calcio italiano seguía en los estadios de la “Italia azul y miel” con un Rey indiscutido: Il Grande Torino.  En esos momentos, el mejor Club de Europa. Cinco campeonatos al hilo constataban la superioridad de un equipo que se atrevía a jugar con dos defensas y cinco delanteros netos. Lo suyo era ganar. Tanto que en la temporada 1948/49, previa al Mundial, llegó a 93 partidos invicto, con 123 goles a favor, una victoria 10 x 0 frente al Milan, y 16 puntos de ventaja sobre el segundo. Y un jugador estrella: Valentino Mazzola. Mazzola, Capitán del cuadro turinés, era uno de los 10 jugadores del Torino que integraban una Selección italiana que ya pensaba, con optimismo no infundado, en su

Esos con la mano en la Pena…

Imagen
Son gentes curiosas. Viven aislados del mundanal ruido, meditabundos, como esperando algo del más allá. Y lo grave es que cada vez son más abundantes.  Uno se los encuentra detenidos en la vereda con la mano en la pena, ensimismados en el asiento trasero de un taxi, bisbiseando en el teatro, arrinconados tras la puerta en un bar, caminando presurosos hacia el baño en los restaurantes, conduciendo el auto con una mano, y –supongo– hasta en la iglesia murmurando, no precisamente oraciones, detrás del confesionario o la pila bautismal.  Se los distingue por el atuendo, aunque mucho me temo que cuando el virus –porque es un virus– se extienda, no se los podrá diferenciar de otros subgéneros de la especie humana. Por ahora, ellos llevan terno bien cortado, camisa de seda, corbata Sulka, zapatos Florsheim o sus equivalentes, y barriga incipiente como corresponde a la prosperidad de sueldo en dólares. Ellas, reloj Gucci, vestido sastre, aroma a Ferrè o Givenchi, y no más de cincuenta kilos du