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Mostrando entradas de diciembre, 2020

UN DESCUIDO FAMILIAR… UN ALJIBE Y UNA VIRGEN… 

No juraría si el hecho, en su azaroso dramatismo, se grabara en mi memoria como remoto pero indeleble recuerdo, o si su repetición familiar en los años sucesivos lo instalara en ella como tal. Lo cierto es que la nítida imagen ulterior no obedece apenas a la tradición familiar ni a los fugaces relámpagos de la memoria remota: está allí desde siempre.  Me veo subiendo a gatas una larga escalera al final de la cual está la madre, menos con los brazos abiertos que con el gesto hosco dibujado por el susto, mientras mi parla de medialengua repite la pegajosa sílaba devota: ía, ía, ía… Otros elementos del relato los agregaron protagonistas y testigos o, ficcionales y aleatorios, los ha construido la memoria a lo largo de los años. El lector sabrá discernirlos. En todo caso, poco faltó para que aprendiera a bucear antes que a caminar. Pues caminé tarde y hablé tarde, quizá para tomar inicial impulso a mi destino de lenguaraz impenitente, y al hábito caminador que todavía me lleva por montañas

El escolar-cronista y su primer crimen

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No, no fue el cronista el asesino. Tampoco el muerto, valga la aclaración. Pero sí testigo. Asustado testigo. Y el hecho, no menos real que sus eventuales protagonistas, no merece en su azarosa contingencia el oprobio del olvido.  El pueblo transitaba entonces un camino de violencia cuyos inicios se situaban meses atrás, en la muerte de un famoso político asesinado en la remota Bogotá por un hombre fanático y resentido, de quien jamás se supo si procedía por cuenta propia o instigado por intereses incómodos con la ideología del caudillo: masacrado por la multitud enfurecida, vaya uno a saber si también inducida por quienes quisieron silenciarlo, se llevó a la tumba el secreto de su crimen.   No serían más allá de las dos de la madrugada de un día precedido por una noche de sobresaltos y avemarías. La abuela y la madre habían encabezado el rosario a poco de morir el sol, y, terminada la ceremonia que involucraba al abuelo reticente, al padre indiferente y al distraído escolar, por enton