UNA TARDE, UN TRONCO, UNA PLAYA DESIERTA…

Ninguno lo previó y mucho menos lo calculó. Pero el tronco estaba allí, sobre las arenas grises, como los restos de un naufragio. Pero no lo era; sí, un viejo y robusto tronco de ramas gruesas deshojadas por el tiempo y los vientos, traído a la orilla por las corrientes, llevado hasta el mar por alguno de los ríos que traían al mar el mensaje de la Sierra. Ni siquiera lo habían visto antes pues el sector norte de la Playa de Tonsupa, al norte de la casa-restaurante de don Evérgito, donde se comía el mejor ceviche de camarones de la zona, les era desconocido. Pero esa tarde, al anochecer, decidieron caminar antes de la cena hacia la punta de tierra que se adentraba en el mar como una pequeña península, para ver “qué había por allí”, aparte del pequeño aeropuerto privado, metros adelante del restaurante, y que pertenecía a un alto dirigente deportivo. “Debe d...