RECUERDOS… 


Un paseo trunco… 

            Al sendero, estrecho y sinuoso, lo adornaban bambúes tiernos, moras de altura, yerbajos varios y oquedades donde quizá se guarecían en la noche los conejos. Pero era media mañana y el sol brillaba pero no hería. Le pedí que fuera adelante. Quería mirarla. Y recordé, mientras eludía una piedra, a la Lujanera dibujada por Borges: “Mirarla no daba sueño”. 
            El camino trepó un poco más. A la izquierda, un pequeño puente de madera ofrecía barandal para un corto descanso, y el reducido pero bello paisaje de un riachuelo que brillaba al sol a lampos intermitentes. Pasé por su lado y crucé a la orilla opuesta. Ella se quedó allí, acodada en el barandal, mirando el agua. Le pregunté si podía tomarle unas fotos. Me miró lenta, y asintió. Hizo dos o tres poses de foto, mirando divertida al río –algo ya tramaba su ingenua espontaneidad mientras sonreía– a mí, a las montañas cercanas que se se perfilaban arriba. 
            Dudé si seguir obturando la cámara, capturando su imagen en el chip aunque ya estuviese prendida para siempre en mis recuerdos; no quería perturbarla. De repente y sin mirarme, se levantó la blusa, la sacó por sobre su cabeza y me miró sonriendo. Sus pechos pequeños y hermosos, se erguían ante mis ojos mientras desabrochaba la correa y el primer botón de su jean. Su ombligo, tan bello como su torso ya desnudo, iluminó mis ojos. 
            Tomé unas pocas fotos más sin hablar para no romper el hechizo del momento. ¿Qué podía decir que no le dijeran ya mis ojos alucinados, el latido de mis sienes, el tic tac de mi corazón? 
            En un gesto espontáneo, tan ingenuo como pícaro, se bajó la pretina del jean hasta el inicio de su sexo: era insinuante la promesa oscura de su sexo apenas sugerido… De repente, un ruido desde abajo del camino, la alertó. Un pequeño grupo de muchachos subía por donde habíamos ascendido poco antes, mirando el camino para no tropezar. 
            Ella abrochó el botón del jean con algo de prisa, se puso de nuevo la camiseta aunque sus pezones erectos delataban su gesto lúdico, espontáneo e inocentemente pícaro. Fue un fugaz regalo de la vida, un guiño breve del amor que ya prendía en su mente, en su corazón, en su mirada tierna. 
            No he olvidado jamás ese momento… Hoy lo recuerdo cuando el día termina y el dolor de su ausencia lacera más. Y rescato estos versos no sé si son buenos o pedestres y cursis. 
    Pero ella está en ellos: 

QUÉ DIFÍCIL

Que difícil ha sido 
esperar el amanecer, 
y no verte llegar. 

Dejaste cada rincón de mi ser 
lleno de recuerdos, 
de ausencias y de expresiones idas. 

QUISIERA… 

Sí, decirTe que la amo. 
Que no me importa que ya no importe, 
Pues que me importe es lo que importa. 
Que de lo mucho lindo que mi memoria alberga 
Es el recuerdo suyo lo más bello. Que de lo poco feo que haya ocurrido 
Que se haya ido es lo más triste. 
Y que en veinte años de acongojado silencio 
 Sigo cargando la vieja cobardía… 

YA NO SÉ… 
Muy tarde, ya sé que caminabas 
diecinueve pasos de tu vida 
Cuando acercaste tu sonrisa blanca 
A los grises otoños de vida… 

Y recuerdo también que tus palabras 
Hacían eco en mis silencios tristes 
Y que tu alegría de vivir llenó de luces 
El oscuro camino de mis miedos 

Y una noche tu juventud florida 
quiso alegrar con su esperanza núbil 
 la ya casi senil desesperanza mía 

 Y sentí cuando diste el paso veinte 
Que la vida de nuevo verdecía 
 Al repasar las letras de tu nombre 

A DONDE…

A dónde irá el buey que no are, 
Dice un proverbio antiguo. 
 Y a dónde la cigarra que no cante 
En las insomnes madrugadas estivales 
Y a dónde se fue la alegría que, exultante, 
me regalabas en las noches de extravío 

O la paz que con dulzura compartías 
Con mi vejez reverdecida por tu risa 
Y en dónde entonces, desperdicié mi vida 
Negándome a vivirla con tus sueños 
Por el terror de que tus pocos días 
Naufragaran entre el cieno de mis años 

Y a donde iré que exista la esperanza 
De retener los veinte años que se fueron 
A dónde irá mi senectud doliente 
Que no estorbe el camino de tu vida… 

MENSAJE NO LEÍDO

Qué se puede hacer cuando el amor es grande 
y la distancia larga 
y la ausencia triste 
 y la espera infinita 
y la sed de ti tan ardua 
y tu voz tan lejana 
y tu gesto en mis ojos… 
tan distante… 

Y así siempre y mientras y sobre todo apenas, 
y ese nunca de mil noches 
y ese jamás de mil días… 

 y yo aquí, esperando 
a que amanezca la noche 
pero no prestas el alba 
a que anochezca el día 
pero tú escondes la estrella 
mientras se apaga mi vida 
 porque no es vida sin ti… 

Y SI ELLA
 ¿Y si ella escuchara de nuevo 
 Los tenues sonidos del viento 
 Que le llevan mi voz asordinada? 
 
¿Y si ella mirase de nuevo 
Las huellas silentes de mi lejanía 
Que caminan detrás de sus silencios? 
 
¿Y si ella gustara como antes 
De los besos temerosos de su ausencia 
Que la cobardía en mi boca mató un día? 

¿Y si ella trajera sus abriles 
a mis junios ardientes y soleados 
Para que mis septiembres fueran gratos? 

¿Y si ella oliese sin reservas 
Los perfumes gastados por el tiempo 
De mis viejas nostalgias de su aliento? 

Tal vez verdecerían los eriales 
De la tristeza sin voz y sin palabras 
Que le dejó mi corazón entre las manos…

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