Un soldado de Cristo… 

         Cuando mi padre resolvió hacerse cargo de la funeraria porque don Alfonso Bedoya tenía las doce horas de plazo que le dio Jesús Gordillo para desocupar el pueblo por ser un rojo hijueputa, empezó a fabricar, además de los ataúdes ordinarios estilo pescado que se vendían a cinco pesos para los muertos de poca importancia, otros más suntuosos, taponados, forrados por dentro en terciopelo azul y llenos de herrajes por los costados, que se vendían a veinte pero no tenían mucha demanda debido a que en el pueblo todos los muertos eran liberales, lo cual les quitaba la poca trascendencia que en vida pudieran tener.

A pesar de ello alcanzó a fabricar tres, dos de los cuales sirvieron para sendas mujeres de Riochiquito que fallecieron insólitamente de muerte natural -colerín, dijeron los deudos- y tuvieron que enterrarles en cajas de lujo porque se habían terminado el día anterior las ordinarias. La otra se quedó varios meses en el salón de la casa a la espera de un cliente que, cuando mi padre estaba lijándola para taponarla, ni siquiera pensamos que pudiera ser El Paisa.
         Aquella tarde estaba yo sacudiendo el polvo de los ataúdes cuando empezaron a llegar, solos o en grupos de tres, cuatro y cinco, a caballo unos, a pie otros, y armados con revólveres y carabinas muy parecidos a unos de madera que yo, a escondidas de la madre, hacía con los sobrantes de los ataúdes. Cuando anocheció eran cerca de doscientos reunidos en la Inspección donde Jesús Gordillo, El Paisa y El Ñato distribuían las municiones y antorchas y nombraban los cabecillas de los grupos de asalto. Lamparilla por el lado de la iglesia, Octavio Orjuela por la calle real y los jefes mayores, Héctor Hoyos, Pedro Mora y Abraham Rojas, uno por la plaza de arriba, otro por la orilla del río y otro por la salida a Versalles.
         Esa noche pudimos ver la llamarada detrás de la cuchilla y cuando al día siguiente bajaron con los caballos sudorosos, las mulas cargadas y dos muertos amarrados a una de éstas, supimos que de Betania sólo quedaban cenizas y ciento cincuenta cadáveres abaleados y quemados. Desmontaron en la plaza y bajaron los muertos que traía la mula y los metieron a la sala de la Inspección.
         Uno de ellos era El Paisa.
         No lo quería creer porque cuando dos meses antes lo vi sacarle el fondo a una botella de cerveza disparándole desde cinco metros un tiro que le entró justo por el pico, creí que nadie podría matarlo. Pero ahí estaba, con una descarga de balines en el pecho, boca arriba en el piso de la sala, tal como dejó él a don Salomón Angarita tres meses atrás en el Café La Cita cuando el viejo fue a sacar la maleta que tenía guardada para irse a Roldanillo, y El Paisa, ¿no se ha ido este viejo cabrón?, y el viejo, no me mate Paisa que ya me voy, y el disparo en la rodilla derecha y no me mate y otro disparo en la izquierda, que ya me voy, y el último en la boca que le salió por la nuca y ya te fuiste viejo güevón, pero yo aún no creía hasta cuando llegaron Lamparilla y Héctor Hoyos con la caja bonita y lo metieron ahí, tapándolo con una sábana blanca que regaló mi madre, y no se preocupe don Misael que el Directorio le paga el ataúd, y no se afane don Jorge que con ustedes no tengo nada perdido.
         Lo enterraron al otro día y la gente asistió al cementerio porque decían que había sido guapo y generoso, aunque yo pienso que a muchos les dio miedo no asistir. El cura rezó en latín y luego dijo que ya estaba gozando del descanso eterno por haber sido un valiente defensor del Orden y la Religión y un soldado de Cristo.
         Ese día quemé los revólveres y las carabinas de palo –y una estampita de la Trinidad también– mientras mi padre negociaba con el hijo de don Ignacio Ramírez tres de las cajas ordinarias para otros tantos peones que encontraron ya tiesos en el cafetal de la finca, al día siguiente de haber visto pasar a los doce jinetes que llegaron de La Unión.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CRÓNICAS NOSTÁLGICAS… Conversando con artistas y poetas

¿NO SOMOS NADA EN EL UNIVERSO? ¿EN SERIO?

FONDOS DE INVERSIÓN. EXPLICACIÓN SIMPLE