REFLEX FILMO/POLÍTICA 

        Anoche vi dos películas en Youtube. Una por sugerencia de Luk Recia, Noches Blancas, de Luchino Visconti, con Marccello Mastroiani y María Schell, otra porque la tenía entre mis “cosas por ver y leer”, y la topé mirando los estantes: Hanna Arendt, referida a un período de la vida de la filósofa judío/alemana más importante del Siglo XX, protagonista de un escándalo político filosófico a inicios de los años 60 con ocasión del juicio y ahorcamiento de Adolf Eichmann en Jerusalén y la cobertura que hizo Arendt para la revista New Yorker.         
        Noches blancas la había visto hace más de 50 años, cuando recién aparecía el Noeorrealismo italiano de Antonioni, Visconti, Rosellini, De Sica y otros. La había olvidado quizá porque entonces aún no sufría demasiados “dolores de ausencia”. Hoy resulta una metáfora de mis últimos 50 años. En fin, la vida… 
         La película alemana de Margareth von Trotta sobre Hanna Arendt, me dejó una teoría de la pensadora alemana que me recordó a Octavio Paz y me ha puesto a pensar en las implicaciones de la frase de Paz y la teoría de Hanna. 
         Dice Octavio Paz en su quizá más bello libro de Ensayos, El Arco y la Lira, que “estamos hechos de palabras”. Así es, pero el juicio está incompleto. Porque la Palabra tiene un origen: el Pensamiento, necesariamente anterior. Paz debió de pensar, pero no lo escribió por hacer su frase más impactante, que “Estamos hechos de Palabras y Pensamientos”. Infirió que así lo entenderíamos, lo cual es obvio: no hay palabra sin pensamiento previo. Pero vamos a la Teoría Arendtiana. 
         Los sobrevivientes de las generaciones Silenciosa y Baby Boomers, es decir, los nacidos entre 1928 y 1946 y entre 1946 y 1964, nos hemos de acordar de la persecución emprendida por el Mossad israelí contra Adolf Eichmann, uno de los criminales de guerra del periodo hitleriano en Alemania, su captura en Buenos Aires, su secuestro (porque fue un secuestro autorizado por el Primer ministro de Israel David Ben-Gurion), su juicio en Jerusalén y su condena a la horca, merecida por cierto. 
         El escándalo surgió porque Arendt, pensadora y filósofa, criticaba el juicio por no haber acatado las reglas de la Justicia sino el deseo de venganza del jurado judío. 
        Estaba en lo cierto pero el sionismo se le echó encima acusándola, sin fundamento, de “defender al criminal Eichmann”, basados muchos en su crónica para New Yorker, y algunos en su libro La Banalidad del Mal, que, como suele suceder, no solo no fue leído por todos sus críticos sino en muchos casos mal leído y peor entendido. 
        Ella propuso en su Crónica y en su Libro, que la maldad es inherente a ciertos individuos, por desgracia numerosos, y encuentra su caldo de cultivo en la Renuncia a Pensar. Sostiene que Eichmann no pensaba en la perversidad de sus actos porque simplemente “cumplía órdenes”. Y las órdenes, para ciertas mentes elementales, obedientes o “creyentes”, y para ciertas instituciones dogmáticas, son para cumplirlas a rajatabla. ç
        Es decir, el obediente y el creyente se niegan a pensar en las implicaciones éticas, morales o racionales de sus actos, por su incondicional aceptación de lo ordenado por la Jerarquía o la Autoridad institucional. Que ello sea criminal, inmoral o absurdo, no le importa. Lo cual me lleva a un Papa, a un Presidente colombiano reciente, y a los dictadores de toda laya y origen. 
        Poco antes de renunciar al papado, Benedicto XVI dijo muy suelto de huesos, de lengua y de mente, que “Quien no tiene a Cristo en su corazón, no es un ser humano completo”. Con lo cual no solo nos negó condición humana y por lo tanto nos bajó a la categoría de animales irracionales a los mil doscientos millones de ateos que estadísticamente existimos, sino de paso a los otros 5 mil millones de personas que creen en otros dioses distintos de Jehová y Jesucristo. Es decir, para volver a la Edad Media y la Inquisición, 6 mil millones largos de personas en el Mundo somos apenas animales dignos de la hoguera e indignos de la “Vida Eterna” al lado de… Teresa de Calcuta.
        Como se puede colegir, el Creyente, sea Papa, Obispo, Cura o feligrés, ha renunciado a PENSAR a cambio de CREER y ACEPTAR el Dogma que le han impuesto desde su nacimiento, sin que se le mueva una neurona. Y no porque NO PUEDAN PENSAR, porque sí pueden como seres inteligentes que son, sino porque voluntariamente han renunciado a esa capacidad a cambio de OBEDECER ÓRDENES, ACATAR DOGMAS Y ACEPTAR IMPOSICIONES.
        Eso, simplemente, implica la renuncia al fundamento básico y esencial del ser humano, aquello que lo explica y lo determina: SU CAPACIDAD DE PENSAR…
        Lo cual, además, me lleva a una concepción propia y vieja que se afianza en la teoría de Hanna Arendt: el Obediente a una orden por injusta que sea porque es es lo QUE SE DEBE HACER, sin reflexionar sobre la virtud o la maldad de lo que se ordena, ha resignado su capacidad de pensar en manos de su autoridad sea HUMANA o divina. Lo mismo que el creyente que sostiene, porque eso dijo dios y le inculcaron desde la cuna, que la tierra es plana, que el mundo fue creado en 6 días y que el ser humano surgió mondo y lirondo de un soplo divino sobre un muñeco de barro.
        Ejemplos abundan: los militares autores de los falsos positivos en Colombia que actuaron por órdenes "de arriba", de Uribe o sea de Su dios; o los militares del Sur que desaparecieron, asesinaron, arrojaron al mar, quemaron o enterraron a miles en Uruguay, Argentina, Brasil, Bolivia y Chile por órdenes de los Videlas, Bordaberrys, Pinochets, Banzers y demás carniceros.

COLETILLA
        ACEPTAR ÓRDENES PERVERSAS, INMORALES E INJUSTAS O CREER EN MITOS ABSURDOS O EN DIOSES INVISIBLES E INCOMPROBABLES SIN REFLEXIONAR, ES RENUNCIAR AL FUNDAMENTO ESENCIAL DE LA CONDICIÓN HUMANA: PENSAR. 
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