Brasil: La superficialidad engendra monstruos
Introducción
¿Será capaz el pueblo
brasileño de superar el complejo de moralismo político –que no la necesidad de
Ética–, de hacer a un lado la Leyenda Negra del PT, creada y agigantada por los
monopolios mediáticos vinculados a los peores intereses del país, de volver sus
ojos a la Realidad Política y Económica que hoy los agobia, de recordar el
Cambio sustancial y positivo que promovieron y ejecutaron en su momento Lula da
Silva y Dilma Rousseff, y de reiniciar el camino abierto por ellos sin
renunciar a la denuncia de los hechos de corrupción que puedan presentarse?
Las Fuerzas Populares
conscientes del Continente Latinoamericano así lo esperan pero, sobre todo, lo
desean y lo necesitan. Como lo dijo en su hora más negra –cuando se fraguaban
en Washington las dictaduras en el Patio Trasero– el Secretario de Estado Henry
Kissinger, “Por donde se incline Brasil, se inclinará América Latina”. No es
poca ni pequeña la Responsabilidad política que tiene en sus manos el
electorado brasileño. ¿Será consecuente con esa responsabilidad?
Si se mira desde el
pacifismo, quizá sea positivo que el pueblo brasileño jamás haya sido proclive
a enfrentar por la fuerza de las armas sus luchas de ayer por la Independencia
frente el descaecido Reino de Portugal, o en el rescate de la legalidad y la
democracia agredidas por sus nada democráticas Fuerzas Armadas en épocas más
cercanas. Pero lo que enorgullece merecer, cuesta ganarlo. Nada se da gratis en
el caminar histórico de la humanidad. Y no se gana lo que se anhela o se
merece, sin esfuerzos y sacrificios. Lo fácil de conquistar es fácil de
entregar o dilapidar.
La independencia en
Brasil, al contrario del resto de América Latina en donde las luchas
libertarias se extendieron por 25 años, del 10 de agosto de 1809 con los
primeros mártires del Grito de Independencia en Quito, hasta el 9 de diciembre
de 1824 con la Batalla de Ayacucho, solo necesitó dos años de luchas
esporádicas y poco cruentas. Que se resolvieron con la decisión de Pedro I de
Alcántara y Braganza, Emperador de Brasil ante la ausencia de su padre Juan VI,
ocupado en la Metrópoli en la lucha contra la Revolución Liberal de Oporto y la
presencia de las tropas napoleónicas, de quedarse en la Colonia. Don Pedro
prefirió ser el Primer Emperador del Imperio independiente de Brasil, a seguir
siendo colonia del ya decadente Imperio portugués.
Más de un siglo después,
el pueblo brasileño fue incapaz de luchar en serio por sus propios derechos
cuando gobernantes progresistas como Getulio Vargas y Joao Goulart a mediados
del siglo pasado, o Luis Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff en los últimos
años, fueron amenazados, perseguidos o depuestos por fuerzas reaccionarias
vinculadas al aparato militar, a las altas clases empresariales capitalistas y
a los intereses económicos y geopolíticos de la Embajada imperial.
Lo que se juega en la Segunda Vuelta
Los pueblos libres y
soberanos se encuentran en uno o varios momentos de su historia, a punto de
tomar una decisión crucial sobre su destino y su futuro. Y no se trata de
elegir entre izquierda o derecha, que sobre todo en América Latina es lo usual
cada vez que hay un cambio de gobierno o de sendero político. No. Hay momentos
que son más decisorios y definitivos que otros. Instantes en los que no se
juega un cambio de gobierno y ni siquiera de sistema. Se cambia la historia. Se
decide, por ejemplo, entre el ayer reaccionario, torturador y oficialmente
asesino, o el imprevisible mañana que se construye desde el progresismo, paso a
paso.
Pero pocas veces un
pueblo, una nación, se enfrenta a una decisión tan dramática, tan
previsiblemente trágica si opta por la ultra derecha, tan naturalmente
imprevisible si se decide por la izquierda moderada, probada ya en el campo de
la acción de gobierno durante varios años, desde la primera elección del PT con
Lula da Silva, hasta el Golpe de Estado Jurídico y Mediático que las fuerzas
más reacionarias y corruptas del país dieron, no contra su sucesora Dilma
Roussef sino contra el pueblo brasileño, con la complicidad del aparato
judicial y las Fuerzas Armadas, instigados todos ellos por la Embajada
Imperial.
Este es el momento de
Brasil. Y es crucial no solo para la nación más grande del sub continente, sino
para toda la Región, para todo el Planeta. Sin excluir a los EE UU, pues que
para los planes del Imperio, la dirección ideológica que tome Brasil será
respaldo de sus ambiciones o némesis de su Imperialismo. Brasil está, pues, a
un paso de pocos días de decidir entre la barbarie fascista y el camino
racional hacia el futuro. No se trata de política y ni siquiera de Ideología.
Se trata de la sobrevivencia de un país y de un continente, de la recuperación
de la Democracia.
El 28 de este mes de
octubre, la Segunda vuelta o Ballotage electoral en Brasil decidirá entre dos
candidatos ubicados en los extremos, no de la política sino de la vida y del
respeto por la humanidad. Fernando Haddad y Jair Bolsonaro representan en sí
mismos no a dos Partidos ni a dos tendencias, sino a una manera particular de
cada uno de entender lo que significa ser una nación Soberana, Solidaria,
Justa, Humana y Ética, o ser una Colonia del Imperio norteamericano y una ficha
movible en el dominó de la economía neoliberal capitalista, que no tiene otro
norte que la acumulación de riqueza individual en perjuicio del pueblo y del
país como ente geográfico y político.
Quién es y qué propone Fernando Haddad
Oriundo de Sao Paulo y
político moderado de las filas del Partido de los Trabajadores desde su
afiliación en 1983, es bien conocido de los electores del sur y del sudoeste
brasileño, su región de origen, aunque resulta una figura lejana para las
regiones del norte y del nordeste, fortín principal del PT y bastión del ex
Presidente Lula. Académico y político desde su juventud, Fernando
Haddad ha sido Ministro de Educación durante los gobiernos de Lula da Silva y
Dilma Russeff, Alcalde de Sao Paulo, profesor universitario de Teoría Política,
Asesor del ex Presidente Lula y fundador del Instituto de Investigaciones Económicas
de la Facultad de Economía de la Universidad de Sao
Paulo.
La tardanza del Partido
de los Trabajadores en nominarlo en remplazo de Lula, impedido ilegalmente de
participar en la lid electoral por la justicia brasileña mediante su condena y
encarcelamiento sin pruebas, las 3 semanas de campaña antes de la primera
vuelta no alcanzaron para acercar su escaso 8% de intención de voto, al 42% que
en ese momento perfilaba a su mentor Lula como candidato ganador, de haber
podido participar en las elecciones. Los votos de los líderes no suelen ser
endosables y si a ello se agrega el poco tiempo de campaña para consolidar una
Candidatura, no por esperada menos nueva, el resultado fue un precario 29% de
la votación en donde su rival, el ultra derechista Jair Bolsonaro, acumuló un
46% del escrutinio.
Propuesta de Gobierno
Es evidente que Fernando
Haddad pretende, si gana la Presidencia, retomar las políticas sociales y
económicas de Luis Inacio Lula da Silva, continuadas por Dilma Russeff en
beneficio de toda la sociedad brasileña, con indudable preferencia por los más
pobres, como lo demuestran la estadísticas de reducción de la pobreza, el
incremento en el acceso a la educación y a la salud de los sectores marginados
de ella por décadas, además de la recuperación y consolidación de industrias
estatales, empezando por el sector petrolero y su empresa símbolo Petrobras.
No es pertinente,
entonces, para este análisis, abundar en una propuesta de gobierno
suficientemente conocida por los lectores. Sí lo es, en cambio, analizar a
espacio el origen político, las acciones como parlamentario durante 30 años por
9 diferentes partidos políticos, y, sobre todo, el Plan de Gobierno del ganador
de la primera vuelta, el ultra derechista Jair Bolsonaro.
Quién es Bolsonaro y que haría…
Quien y qué pretende
Jair Bolsonaro, lo resume con precisión el analista Isaac Bigio: “Bolsonaro ha
dicho que no se permitirán más tomas de tierras a los campesinos pobres ni
concesiones de tierras a los indígenas o negros, demanda que la gente porte
armas para defender sus propiedades contra “delincuentes” y ocupantes, propone
que la policía pueda torturar o matar a miles para acabar con la delincuencia,
pregona un conservadurismo social que gusta al electorado católico
tradicionalista y evangélico cristiano pero que es rechazado por feministas y
LGTBs, reivindica a la dictadura militar de 1964-1985, denomina “escoria” a
muchos inmigrantes, especialmente de tez oscura, y postula duras medidas contra
el “socialismo” y en pro del mercado libre”.
Por otra parte y si por
sus obras los conocemos, Bolsonaro no ha presentado ninguna propuesta de Ley
rescatable en 30 años de ejercicio parlamentario, pero se ha dado modos de
expresar gráficamente lo que piensa de su país, de su gente y del mundo en general.
Estos son algunas de sus más “sonoras y sonadas” declaraciones:
"Estoy a favor
de la tortura. Y el pueblo está a favor también". "No emplearía
hombres y mujeres con el mismo salario. Pero hay muchas mujeres
competentes". "Sería incapaz de amar un hijo homosexual. No voy a ser
hipócrita. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un
bigotudo por ahí". "No voy a combatir ni discriminar, pero si veo a
dos hombres besándose en la calle los voy a golpear". "No corro el
riesgo de tener hijos homosexuales porque mis hijos fueron muy bien
educados". "El 90% de los hijos adoptados (por parejas homosexuales)
van a ser homosexuales y se van a prostituir, con seguridad".
"No es una cuestión
de colocar cupos de mujeres. Si ponen mujeres porque sí, van a tener que
contratar negros también". "El afrodescendiente más flaco allá pesaba
siete arrobas. No hacen nada. Creo que ni para procrear sirven más".
"Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen, si no, se
ametralla el barrio pobre desde el aire". "Vamos a fusilar a la
'petralhada' aquí en Acre", refiriéndose a los militantes del izquierdista
Partido de los Trabajadores.
"Defiendo la pena
de muerte y el rígido control de la natalidad, porque veo la violencia y la
miseria que cada vez se extiende más por nuestro país. Quien no tiene
condiciones de tener hijos, no debe tenerlos”. "El pobre solo tiene una
utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de
burro en el bolsillo. Sirve para votar por el gobierno que está ahí. Sólo sirve
para eso y nada más". "El error de la dictadura fue torturar y no
matar". "Deberían haber sido fusilados unos 30.000 corruptos,
empezando por el presidente Fernando Henrique Cardoso".
"Dios encima de
todo. No quiero esa historia de estado laico. El estado es cristiano y la
minoría que esté en contra, que se mude. Las minorías deben inclinarse ante las
mayorías". "Es una desgracia ser patrón en este país, con tantos
derechos para los trabajadores".
Ex militar sin mérito castrense alguno,
si es que hubiera méritos de esa clase; parlamentario mediocre a bordo de 9
partidos distintos y sin una sola Ley fundamental presentada; oportunista de la
peor especie; fanático religioso que con gusto reinstalaría la inquisición; racista,
homofóbico y abusador; ignorante de la política y la economía; defensor de las
dictaduras y de la tortura; privatizador a ultranza de los recursos nacionales,
Jaír Bolsonaro ha sido descrito así por observadores internacionales. Cito:
“El periodista estadounidense Glenn Greenwald se refirió a Bolsonaro
como "el más misógino y detestable funcionario público elegido en el mundo
democrático”. El sitio News.com.au, parte del conglomerado de News Corporation en Australia, también calificó al parlamentario
como el "más repulsivo político del mundo”.
Conclusión
Si se leen con cuidado
los dos programas de gobierno y las hojas de vida y declaraciones de los dos
candidatos a presidir durante los próximos años el país más poblado y más
grande de América Latina, no hay duda alguna de que el pueblo brasileño la
tiene fácil: no es posible, con un mínimo de raciocinio, reflexión y sincera
preocupación por el futuro de una nación, votar por un individuo con el
Prontuario y la manera de pensar del ex militar, intelectualmente nulo, Jaír
Bolsonaro.
El problema es si el
pueblo brasileño reflexiona políticamente más allá de la superficialidad de las
Escuelas de Samba, el Carnaval de Río, la Corrida de Sao Paulo y el auto
nominado “mejor fútbol del mundo”.
Porque no se trata, como
se dijo antes, de Ideología. Se trata de sindéresis política, de sentido de lo
social y de lo humano, y de capacidad de reflexión…
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