San Antonio de Pichincha: De un ayer polvoriento a un mañana incierto

San Antonio era un pueblo
pequeño y caluroso que, a pesar de hallarse en plena Sierra y a más de 2.500
metros de altura sobre el nivel del mar, disfrutaba de una cálida condición
climática que le aumentaba sin reservas algunos grados centígrados a la
temperatura ambiente: aquí el sol cae a plomo sobre la humanidad de residentes
y visitantes, y al mediodía como plomo fundido: estamos en la línea ecuatorial
y el sol es tan vertical que en dos fechas del año, 21 de marzo y 21 de
septiembre, los Equinoccios, la sombra desaparece bajo los pies.
El tamaño del pueblo a duras
penas se extendía de sur a norte desde la quebrada que orillaba el cementerio,
y la polvorienta hondonada que marcaba la salida hacia las ruinas de Rumicucho
que, en ese tiempo, eran todo un ”paseo” con cucayo. De occidente a oriente,
descendía desde el viejo monumento a la Mitad del Mundo y los bustos de la
misión geodésica franco hispana, hasta unas dos o tres manzanas abajo de la hoy
llamada Trece de Julio, la calle comercial del poblado. Si mal no recuerdo, los
barrios residenciales de hoy, cercanos a la Iglesia Mayor y al Cementerio, aún
no se asomaban a las laderas verticales del Cañón del Monjas. Si acaso, se
acercaban a las viejas piscinas…

Lo que en aquellos años más
llamaba la atención las varias veces que visité la parroquia norteña en busca
de la historia, eran las laderas estériles despobladas de vegetación, tal como
hoy, y, obviamente, la línea ecuatorial que entonces aún no se ubicaba donde
es, en la cumbre del Catequilla, pero que a pesar del desubique de 250 metros
al sur, ya atraía a turistas extranjeros, sobre todo en julio y agosto, verano
del hemisferio norte, y a unos cuantos nacionales que, patiabiertos, se tomaban
la foto con un pie en el sur y otro en el norte. Disque.
Recurrente, la polvareda
permanente y continua se acrecentada con los vientos de agosto, que empezaban
en julio y mal terminaban en septiembre. Esparcida por las volquetas que,
procedentes de las canteras de los lados de Tanlahua y en manos
empresariales de los transportistas de la Capital, regaban polvo, tierra y
piedras por las calles por donde se dirigían a Quito con su carga de
“materiales” de construcción para la ya pujante actividad urbanística de
la Capital. La minería de pétreos no solo alimentaba la economía parroquial
sino que deterioraba el medio ambiente y afectaba la tranquilidad y la
salud de los moradores con su vendaval de polvo y los malos olores de la
combustión automotriz.

“Una nueva forma
de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para
alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay; Una sociedad que respeta, en todas sus
dimensiones, la dignidad de las personas y las colectividades; Un país
democrático, comprometido con la integración latinoamericana –sueño de Bolívar
y Alfaro-, la paz y la solidaridad con todos los pueblos de la tierra”.
El nuevo gobierno, ocupado en discernir por donde empezaba a
reorganizar la vida nacional con las clases marginadas al frente de sus
preocupaciones y acciones por primera vez en el devenir nacional, no pudo mirar
en principio hacia San Antonio. Otras urgencias nacionales y de política
exterior, requerían y tuvieron su atención. Y, por lo demás, las autoridades
parroquiales mantuvieron la misma inercia de años anteriores, cómodamente
acoderadas por las consabidas y eternas limitaciones de presupuesto y
competencias. Razón por la cual la vida comunitaria continuó en medio del
desorden urbano, la polvareda y el caos ocasionado por los transportistas de
pétreos, la proliferación de vendedores ambulantes, los perros callejeros que
parecían haber encontrado en las calles del pueblo el hábitat que les negaban
la capital y las poblaciones vecinas, y, paradójicamente, a espaldas del
desarrollo y el éxito de la Ciudad Mitad del Mundo, entidad que, a pesar de ser
propiedad del Consejo Provincial y haber sido construida en terrenos que
corresponden a la población, se manejaba –se maneja– como una empresa comercial
privada que ni siquiera rinde tributos fiscales a la Parroquia, mucho menos
comparte con ella su alta rentabilidad. Es un entorno ajeno y advenedizo a
la Parroquia donde se asienta, a tal punto que a sus arquitectónicamente
modernas instalaciones, hasta los propios moradores de la parroquia tienen que
pagar su entrada como cualquier turista escandinavo, japonés o gringo.
Y empieza a construirse el futuro
Pero hubo una fecha que fue parteaguas en la historia de San Antonio
de Pichincha: la inauguración de la Sede de la UNASUR, el único Ente
Supranacional que las naciones suramericanas, la mayoría involucradas en el
mismo proceso de cambio político que se había inaugurado con el triunfo de Hugo
Chávez en Venezuela en 1999, han podido conformar en 200 años de independencia,
para debatir entre ellas sus propios problemas, sueños y esperanzas de futuro,
con prescindencia de la Potencia norteña, los EE UU de Norte América, que, a
lomos de un anti histórico Destino Manifiesto, pretende que los países al
sur del Río Bravo se conformen con ser su “Patio Trasero”. El surtidor de los
recursos naturales y energéticos que con voracidad no solo utilizan sino que
depredan y despilfarran, y la cloaca de sus desperdicios. Y no es metáfora. La
nación haitiana, por ejemplo, sus campos y su mar adyacente, son la
alcantarilla donde las grandes fábricas del Imperio arrojan las toneladas de
basura que excreta su consumismo desaforado.

Por fortuna, como lo reconocen los miembros de la Junta Parroquial
posesionada en 2014 y su Presidente Alex Troya, el Presidente Rafael Correa,
consciente de que la población sede de UNASUR no podía ni debía seguir
abandonada a su polvorienta suerte, apoyó con entusiasmo los proyectos de
mejoramiento que la comunidad reclamaba, y autorizó e impulsó un monto de
inversiones que fue inédito en la historia de las parroquias rurales del
Ecuador: 250 millones de dólares fueron invertidos en obras de
mejoramiento que no solo se reflejaron en la moderna y bella edificación de
UNASUR, sino en la construcción de la Avenida Equinoccial entre la Ciudad Mitad
del Mundo y la calle 13 de Julio, emporio comercial de la parroquia; en la
dotación de servicios de energía eléctrica, acueducto, alcantarillado a los ya
numerosos barrios de la población; en el adoquinado y asfaltado de calles; en la construcción del
Parque UNASUR y el Parque de la Integración; en el moderno Hospital y
Centro de Salud; en la prolongación de la autopista Simón Bolívar
entre Carapungo y el sector de la ensambladora MARESA, en
fin, en el inicio de la Unidad Educativa del milenio, postergada por el
actual gobierno central que quizá prefiera una escuelita unidocente en
una población de casi 80 mil habitantes. Todas han sido obras que la parroquia
esperaba y que tuvieron inicio y culminación en el gobierno de la Revolución
Ciudadana, gracias a la incansable gestión de sus autoridades seccionales.

Y, ahora, ¿avanzar hacia el pasado?
No todo lo que la parroquia de San Antonio requería para su desarrollo
armónico, se ha logrado aún. Quedan obras por ejecutar, planes por desarrollar,
necesidades por cubrir. Y grandes proyectos que la actual Junta, de la que en
las elecciones pasadas apenas lograron subsistir 2 de los 5 miembros elegidos,
tenía en mente para el futuro inmediato, pero que corren serio peligro de
estancarse, detenerse y posiblemente olvidarse. Son otras las prioridades de
las nuevas autoridades administrativas. Y como según las Leyes de
Murphy toda situación riesgosa es susceptible de empeorar, no se
posesionan aún los recién elegidos nuevos funcionarios y su flamante
Presidencia, y ya se ha suspendido el Peaje a los transportistas de pétreos, ya
calculan a buen seguro la reapertura de las degradantes y contaminantes
canteras ilegales suspendidas en buena y pasada hora, ya la Unidad Educativa
sufre el retraso que a las obras de la Revolución Ciudadana les ha impuesto el
gobierno actual, ya está en veremos la segunda prolongación de la autopista
Simón Bolívar hasta el pie de los cerros de La Marca y su empate con la vía a
Los Bancos, ya se cierne sobre la Parroquia de San Antonio el fantasma
contaminante de la hoy superada nube de polvo y partículas insalubres. Sin
duda, hay que pagar los recientes favores electorales y recuperar la inversión
en la campaña.
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¿Y ahura Laura? ¿Qué hacimos? |
¿Están Ecuador, sus Provincias, Cantones y Parroquias, y en este caso
especial San Antonio de Pichincha, ad portas del regreso al polvoriento,
sumiso, oprobioso y “rentable” pasado?
Amanecerá y veremos, dijo el ciego…
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