Lecciones de un bloqueo… O de dos…
Se cumplen ya 5 años del bloqueo casi total a Venezuela por el Gobierno
Trump, aunque las dificultades ya se habían agudizado con el Decreto de Obama
(el Presidente negro que gobernó como blanco) declarando a Venezuela como una
“amenaza inusual y extraordinaria”. Y son ya sesenta años del bloqueo a Cuba.
Genocidas y criminales ambos porque no afectan solo a los gobiernos de las dos
naciones sino y principalmente a sus pueblos, que sufren la carencia de
productos básicos… sobre todo alimentos y medicinas. A Venezuela son más de 11
mil millones de dólares los que le retiene el sistema financiero internacional por
órdenes de la Casa Blanca, impidiéndole a su gobierno cancelar facturas de
medicinas e insumos urgentes, en una acción delictiva que en el lenguaje
jurídico básico se denominaría Robo. Unido lo anterior al despojo de la empresa
distribuidora CITGO, de propiedad venezolana pero incautada por el gobierno
gringo, son más de 30 mil millones el perjuicio, no al gobierno de Maduro sino
al pueblo venezolano, en lo que va de este año.
Tal actitud imperial es sintomática de la decadencia irreversible del
Imperio que iniciaron los Padres Fundadores con su doctrina del Destino
Manifiesto, consolidada poco después con el imperialista “América para los
americanos”. Como si sólo la mitad o menos del gran pedazo norteño fuera
América, con exclusión política de lo que existe entre el río Bravo y el Canal
de Beagle, pero con su inclusión para sus fines económicos. Y como si americanos
fueran solamente los herederos de los peregrinos que asesinaron al 95% de los
dueños de esas tierras, para quedarse con ellas y construir el más perverso
imperio en la historia de la humanidad. Son los coletazos finales, el pataleo
del ahogado.
El robo de fondos del pueblo venezolano, así como las ingentes pérdidas que
el bloqueo ha ocasionado a las dos naciones caribeñas, dos billones de dólares
en el caso cubano (dos millones de millones), 350 mil millones a Venezuela,
determinan la suerte política, por su tragedia económica, del sistema
socialista de ambas naciones. ¿Alguien podría asegurar de manera tajante que
con esos recursos y libertad de acción, no hubiera Cuba sacado
adelante su proyecto socialista y Venezuela consolidado su socialismo
bolivariano?
Cuando los Medios Comerciales o Basura Mediática del Continente con su
falta de ética profesional, así como la irremediable idiotez de las Redes
Sociales peroran y se desgañitan acerca del fracaso del socialismo, ninguno de sus
“analistas” se acuerda, y mucho menos alude o reconoce, la terrible
importancia, crucial y casi irremediable, que las consecuencias económicas del
bloqueo, para no mencionar las políticas, han tenido en ese “fracaso”
orquestado y urdido por el Imperio.
Es como si los EE UU, al declarar su Independencia de la Gran Bretaña en
1776, se hubieran visto sometidos por 20, 60 ó 100 años al bloqueo económico
del Imperio Inglés. Hubo bloqueo al finalizar la guerra con la rendición del
General Charles Cornwallis en octubre de 1781, hasta la firma de la paz en
septiembre de 1783 con el Tratado de París. Pero fue un bloqueo parcial dado que
España y Francia estuvieron de parte de las 13 colonias y su apoyo mitigó la
reacción de Inglaterra.
Hoy es distinto para Cuba y Venezuela. El Poder político del Imperio, respaldado
en su Poder Económico y Militar, impide a muchas naciones, incluso latino americanas,
comerciar normalmente con los dos países por temor a retaliaciones comerciales
de parte de los EE UU.
Aparte de ello y quizá principalmente, ni Cuba ni Venezuela tenían ni
tienen aún manera de contrarrestar un bloqueo de productos básicos, simplemente
porque, en primer lugar, ninguna de las dos naciones ha tenido un aparato
industrial que haga frente a las emergencias. Y, por otro lado, como se dijo, porque los
países occidentales que pudieran amenguar los bloqueos, se postran sumisos ante
las órdenes imperiales.
Las vejas clases dirigentes de ambos países, terratenientes, mineras,
extractivistas, faranduleras o lo que sea pero no trabajadoras sino
hereditarias y rentistas, no se preocuparon nunca de industrializar sus naciones.
Se contentaron en Cuba con la producción de azúcar, la utilización del paisaje
costero y la apertura indiscriminada al juego, el show y la prostitución para
magnates y ejecutivos gringos que hicieron de la Isla un burdel desde la
Enmienda Platt hasta la llegada de Fidel.
Y en el caso de Venezuela, la oligarquía terrateniente y hacendada que
heredó canonjías de los colonizadores hispanos a partir de la Batalla de
Carabobo, nunca o muy poco se preocupó por crear industria de verdad con la
riqueza en recursos minerales y biológicos de los que dispusieron por décadas. Se
contentaron, como la oligarquía cubana pre Castro con el azúcar y el turismo,
en abrir almacenes de las grandes tiendas gringas, adormecer al pueblo con
salsa y reinas de belleza y atontar a las clases medias arribistas con gasolina
a 5 centavos el litro para sus autos de 8 cilindros. Importados, por supuesto,
como los electrodomésticos, porque ni siquiera la falsa industria ensambladora
se les ocurrió.
Y para las revoluciones castrista y chavista, cambiar la mentalidad farandulera
y rentista de las clases dirigentes no era trabajo de años sino de décadas. ¿Trabajar
y crear industrias? Para qué si hay petróleo, oro, diamantes, aluminio, vacas
lecheras y plantaciones de café de un lado, y azúcar, turismo y playas del otro… ¿El
pueblo y las clases populares? Ni siquiera educación porque a la llegada de
Chávez, en Venezuela el 50% de la población era analfabeta. Eran los emboladores, vendedores de supermercado, surtidores de gasolina y siervos
domésticos de los moradores ocasionales de Altamira y los Teques, que
usualmente viven en Miami pero visitan de vez en cuando sus feudos catires.
Pero como decían los abuelos, no hay mal que por bien no venga. América
Latina tiene en Cuba y Venezuela, y en ellas sus pueblos, dos espejos en los
cuales mirar el porvenir. No se trata de industrializar para producir armas de
guerra o cohetes espaciales y ni siquiera maquinaria pesada para la industria. Se
puede seguir importando. Hoy se fabrica con alta calidad en Rusia, India,
China, Japón, Suráfrica y otros países industrializados. Pero, al menos, que se
produzca papel higiénico, jabones que limpien y crema dental… Y si es posible,
lavadoras, refris, licuadoras y equipos básicos.
No es tan difícil… Tenemos hierro, aluminio, cobre y oro de sobra… Y hasta uranio, litio y coltán. Solo falta algo de dignidad y un poco de entusiasmo para TRABAJAR…
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