Retazos de Historia
La Traición oficial como constante
política
Repasando
la historia reciente de Colombia y el espacio que la prensa de mi país le ha
dado a las Conversaciones de Paz entre las FARC, Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, y el gobierno colombiano, parecería que toda la
historia infructuosamente rebelde de ese pueblo, se limita a los 60 años de
lucha guerrillera desde cuando Pedro Antonio Marín, conocido como Manuel
Marulanda Vélez, Tirofijo, y luego del bombardeo a la población de Marquetalia
en el Departamento o Provincia del Tolima por las fuerzas armadas colombianas,
se reunieron en “un lugar de las montañas” el 30 de mayo de 1964 y le dieron
comienzo oficial a lo que había sido ya una lucha de 16 años, contados desde el
asesinato en Bogotá del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de
1948.
No
es así. Porque esa fecha de inicio de las FARC como fuerza armada insurgente y
revolucionaria, fue apenas un hito de la más que centenaria protesta popular
contra la codicia y la explotación de unas élites sociales y económicas que han
dominado la historia de Colombia desde la conquista y la colonización hispana,
e incluso desde el 20 de julio de 1810 cuando se produjo en Santa Fe de Bogotá
el llamado Grito de Independencia, independencia que aún, 209 años después, no
se concreta del todo porque hoy son otros los amos, más fuertes y más
codiciosos. Sin embargo, esa fecha, 20 de julio de 1810, sí le dio a Colombia
la posibilidad de iniciar un camino de Libertad que culminó nueve años después
con el triunfo del ejército libertario en el Puente de Boyacá sobre el Imperio
Español, el 7 de agosto de 1819.
Pero tampoco ese histórico hito
independentista ya bicentenario, fue el inicio de la rebeldía y la protesta.
Empezó mucho antes porque la violencia oficial en Colombia no se inicia con el
execrable asesinato de mediados del Siglo XX, sino que ocupó casi todo el siglo
XIX como recuerda Gabriel García Márquez cuando, en Cien años de Soledad, da
cuenta de que el Coronel Aureliano Buendía promovió durante gran parte de ese
siglo violento 32 guerras civiles y las perdió todas. Metáfora triste de una
realidad política que aún está vigente.
Así
pues, el rechazo del pueblo colombiano a la desigualdad, la injusticia, la
explotación de los Poderes ya imperiales de viejo cuño, ya imperiales de hoy,
ya oligárquicos de siempre, tampoco se limita a las Guerrillas liberales del
Tolima ni a las FARC de hoy. Entre el regreso actual de una parte de las FARC a
la lucha guerrillera, con las mismas metas de independencia pero con distintos
objetivos militares, y las primeras muestras de rebeldía ante la explotación
del Poder, han transcurrido mucho más de 60 años. En realidad, son 238 años
desde cuando los llamados “Comuneros” de El Socorro, Simacota, Charalá, Mogotes
y otros pueblos en el Centro del país, se rebelaron contra la exacción, el
atropello, los tributos, el monopolio y los diezmos eclesiales impuestos por la
Corona Española, y el 16 de marzo de 1781, cansados de abusos y expolios y en
la voz de una vivandera de El Socorro, Manuela Beltrán, la voz del pueblo se
alzó en su voz contra el gobierno colonial local con el grito: “Viva el Rey y
muera el mal gobierno. No queremos más impuestos”.
No
se rechazaba aún el poder imperial español, a pesar de que 5 años antes en el
norte del continente se habían alzado y declarado su independencia de
Inglaterra las 13 Colonias estadounidenses; ni de que solo 2 años antes los
franceses se habían tomado la Bastilla y declarado la muerte del Ancien Regime;
ni de que hacía apenas un año en Bolivia José Gabriel Condorcanqui Tupac Amarú,
había hecho estallar la Gran Rebelión contra el Imperio Español. Pero tal vez
los Comuneros de El Socorro, rebeldes frente al Gobierno de la Real Audiencia
de Santa Fe pero leales a Carlos III, Emperador de todas las Españas, no
tuvieron noticia a tiempo de tales acontecimientos. No tenían, como hoy
nuestros Millennialls, Redes Sociales de información inmediata. Redes que, dada
la situación actual del país, tampoco es que sirvan de mucho… Pero ese es otro
tema.
Como
lo sugiere García Márquez, o lo hemos leído en los libros de historia, o lo
hemos vivido desde niños como es mi caso, la historia de Colombia está marcada
por la violencia y la sangre, y sus cortos pero evidentes momentos de rebeldía
y protesta se han sucedido cada tanto desde aquellos viejos comuneros que,
dicho sea de paso, terminaron entonces de la misma manera como siguen
terminando en Colombia los que se atreven a pensar en revoluciones: traicionados
y asesinados.
Porque en
nuestros países la traición no es nueva. Viene de lejos. Los bicentenarios
Comuneros fueron zalameramente engañados por la apostólica palabra del
Arzobispo de Santa Fe, Antonio Caballero y Góngora, quien les ofreció no
solamente atención a sus cuitas y requerimientos, sino el indulto a los jefes
principales de la rebelión. Las cabezas cercenadas y las extremidades amputadas
de José Antonio Galán, Lorenzo Alcantuz, Isidro Molina y Manuel Ortiz,
exhibidas para escarnio y terror populares, dieron cuenta en su memento de cómo
las gasta el Poder y cómo reacciona ante la protesta legítima de los pueblos
sojuzgados.
Porque como lo
expresó claramente Fidel Castro a inicios de la Revolución Cubana, cuando
intentó convertir los Andes en otra Sierra Maestra, “Colombia será el último
país de América Latina en abrazar el Socialismo, si es que algún día lo hace,
porque tiene la Clase dirigente más culta, inteligente y sin escrúpulos del
Continente”. Palabras más palabras menos porque cito de memoria. Un ligero
repaso a los momentos históricos de rebeldía de ese pueblo, mi pueblo, le dan
la razón a Fidel, aunque sea solo en la parte de la falta de escrúpulos porque
en términos de Cultura las cosas han cambiado bastante. Hoy en día, como lo
demuestran personajes de la vida política de mi país en los últimos 70 años, ya
no es necesario en Colombia ser Académico para ser presidente. Nombres como
Julio Cesar Turbay Ayala, Álvaro Uribe Vélez o Iván Duque, hacen pensar que ya
mismo estaremos al nivel de los Estados Unidos de los dos Bush, de
Ronald Reagan y de Donald Trump.
Hagamos un
corto repaso de los instantes que, entre el Grito de independencia del 20 de
julio de 1810 y el Manifiesto reciente de las FARC anunciado su regreso a las
armas, ha tenido Colombia de intentos de Revolución.
Aparte de las
literariamente famosas 32 Guerras Civiles del Coronel Aureliano Buendía, el
Siglo XIX fue testigo de algunos intentos notables de caminar por senderos
distintos de los que ha señalado el Poder oligárquico de Colombia, hábilmente
sustentado por sus cimientos más firmes, la influencia preponderante de la
Iglesia Católica en los destinos del país. No sobra recordar que la
Constitución de 1886, redactada por la intelectualidad conservadora con la
pluma del Académico don Miguel Antonio Caro, no solo ha sido la más duradera en
la historia del país, casi 100 años de vigencia entre 1886 y 1991 cuando se
abolió y se sustituyó por la de ese año durante el gobierno de César Gaviria,
sino que fue calificada por el escritor francés Víctor Hugo, como “Una
Constitución para ángeles”. Tan católica era…
Unos años
antes de esa Carta Manga, dos hombres del pueblo habían logrado ejercer la
presidencia, aunque ambos apenas por un período de 6 meses. Tiempo en el cual,
informados los dos de las teorías socialistas surgidas en la Europa de Marx y
Engels, y conocedores ambos del pensamiento de Prudhom, Saint-Simon, Fourier y
otros ideólogos liberales y socialistas decimonónicos, quisieron en sus cortos
periodos hacer reformas políticas que no tuvieron eco en sus respectivos
Congresos.
El primer intento socializante que la
oligarquía colombina no permitió, fue el interregno de 6 meses en los cuales
fue Presidente el General José María Melo, aliado de un presidente liberal
reformista que no fue del agrado de la jerarquía católica ni de la sociedad
conservadora bogotana, José Hilario López. A quien sucedió otro, para esa élite
peor aún, el liberal socialista José María Obando, a quien sus electores
Liberales le exigieron cerrar el Congreso ultra conservador. Pero
Obando, demócrata convencido, prefirió renunciar al poder.
El partido de los artesanos, que lo
había elegido Presidente, designó a José María Melo como sustituto, por sus
ideas socialistas. Ante lo cual el sector terrateniente y comercial del país
acudió a la ayuda de EE UU, Inglaterra, Francia y Prusia, perjudicadas por un
gobierno que tendía a una incipiente industrialización en lugar de privilegiar
las importaciones. Las potencias del momento enviaron armas y recursos a los
grandes terratenientes e importadores, quienes derrotaron las fuerzas del
gobierno, apresaron a Melo y lo expulsaron a Costa Rica. De donde pasó a
Nicaragua, se unió las fuerzas que enfrentaban al filibustero estadounidense
William Walker, y terminó su periplo en México unido a la Presidencia de Benito
Juárez, a quien apoyó; pero el apoyo le costó la vida pues fue asesinado por la
oposición al mandatario mexicano Juárez.
A José María Melo, por la similitud
de sus ideas y de su vida y por su periplo revolucionario por Colombia y
Centroamérica se le ha llamado “El Che Colombiano”.
Otro intento de cambio lo protagonizó
poco después Juan José Nieto Gil, quien incluso y para mayor inri de la
historia colombiana, fue eliminado de ella por negro. En realidad era mulato y
de ojos verdosos, según datos ciertos, pero la racista sociedad cartagenera,
donde ejercía como Gobernador de la Provincia de Bolívar, lo consideraba
inferior a sus pergaminos genéticos, y lo borró de la historia. Fue Presidente
durante un vacío de poder que se creó del 25 de enero al 18 de julio de 1861
cuando el derrocamiento del Presidente conservador Mariano Ospina Rodríguez,
por parte de las fuerzas liberales de Tomás Cipriano de Mosquera, le permitió
acceder la Presidencia de los Estados Unidos de Colombia, como se llamaba
entonces el país, mientras Mosquera llegaba a Bogotá desde el lejano Sur y
asumía la Presidencia.
A Juan José Nieto el historiador
colombiano Orlando Falls Borda lo describe como un
mulato "fornido, de piel cetrina clara (trigueña oscura), ojos zarcos
verdosos, nariz recta y ancha, labios finos, cejas arqueadas y cabello negro
medio rizado". Para la Cartagena de entonces y la de ahora con sus
elitistas Reinados de Belleza, no era lo suficientemente blanco para ser
reconocido Presidente, de modo que los historiadores del patio alegaron que
“solo había sido Presidente un corto período de 6 meses y no merecía tal
ubicación histórica”. Aún hoy la historia lo margina, a pesar de que en ella
constan dos presidentes con escasos dos meses de ejercicio: Víctor Mosquera
Cháux en remplazo provisional de Julio César Turbay Ayala, y Carlos Lemos
Simonds que la ocupó durante una ausencia de Ernesto Samper. Pero los dos
suplentes eran de la rancia estirpe social de Popayán, otra de las Cunas de la
aristocracia de mi país, de modo que ellos sí merecían estar en la historia y
dejar colgados sus retratos en el salón de los Presidentes.
Lo cual me
recuerda otro dato: Por mucho tiempo estuvo perdido un retrato del Presidente
interino José María Melo en algún archivo de la ciudad Heroica. Hallado que
fue, un poco deteriorado por el abandono, la élite cartagenera lo envió a
Francia para restaurarlo y, de paso, blanquearle el rostro para que fuera “más
digno”. No le bastó el blanqueamiento del retrato para entrar en la historia…
Lo cierto parece ser que sus ideas
reformistas algo cercanas al socialismo, conspiraron también para su “ausencia
histórica” de los archivos nacionales colombianos.
Tendrían que pasar casi 40 años hasta
la Revolución Alfarista en Ecuador, para que su ejemplo traspasara las
fronteras y contagiara a un general colombiano experto en derrotas, pues que ya
había participado en algunas guerras civiles de las que habla García Márquez, y
de las cuales había salido derrotado: el General Rafael Uribe Uribe,
liberal de ideas socialistas corporativas, quien fuera seguramente el modelo
del escritor para su Coronel Aureliano Buendía.
Amigo epistolar y quizá personal de
Eloy Alfaro pues que ambos anduvieron por Centroamérica a fines del Siglo XIX y
comienzos del XX en busca de recursos y apoyo para sus afanes revolucionarios,
Rafael Uribe Uribe intervino en las guerras civiles de 1885 y 1895 contra
sucesivos regímenes conservadores, a raíz de lo cual, derrotado, perseguido,
encarcelado y amnistiado insistió en su vida pública de guerrero
revolucionario, como protagonista de una nueva insurrección liberal a fines del
siglo XIX contra el gobierno conservador de José Manuel Marroquín. Fue durante
ese gobierno cuando, en 1903, Colombia fue despojada por los EE UU del
Departamento de Panamá. La oligarquía panameña, con el apoyo del Gran Garrote
de Theodore Roosevelt, obtuvo su separación de Colombia en ese año,
aprovechando la ya en marcha última guerra civil, oficialmente hablando, de
Colombia: la Guerra de los Mil Días, encabezada por Uribe Uribe.
EE UU quería terminar la construcción
del Canal de Panamá, iniciada por Fernando de Lesseps para Francia, y lo
hubiera hecho con el gobierno colombiano que fuere, incluso con el de Uribe
Uribe si éste hubiera sido el vencedor de la guerra. Pero el Imperio nunca ha
querido socios díscolos sino siervos sumisos. Y Panamá era el preciso, al
menos hasta que llegó Torrijos y mando a parar.
Rafael Uribe Uribe, el caudillo
liberal socialista, logró importante participación política entre 1884 y 1909,
con el intervalo militar de la Guerra de los Mil días, y como ministro y
delegado ante los gobiernos de Argentina, Chile y Brasil entre 1905 y 1909. Su
trabajo político finisecular del XIX se refleja en el llamado Olimpo radical,
que heredara del Presidente Tomás Cipiriano de Mosquera la Reforma que dio como
fruto la Constitución de Rionegro, de 1863, vigente hasta la pérdida de la
guerra civil de 1885, la cual dio como resultado la restauración del régimen
conservador y la proclamación de la ya mencionada Constitución para ángeles de
1886, que dirigió los destinos políticos de una Colombia ultra católica y conservadora
que ya entones, con los ideólogos de la dicha constitución, había sido
“Consagrada al Corazón de Jesús”.
Una Piadosa Consagración…
El Arzobispo Primado de
Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo, no encontró otra solución a los graves
problemas de un país en guerra que acudir al Sagrado Corazón de Jesús y
consagrarle a la sacratísima efigie la República toda, lo cual ocurrió el 22 de
junio de 1902. A los 5 meses de dicha consagración y puesta la primera piedra
del Templo del Voto Nacional, consagrado a la consagración aludida, la guerra
se terminó con la llamada Paz de Wisconsin. Hasta hoy no se sabe si fue la
sagrada intersección del corazón de Jesús la causante de la terminación del
sangriento conflicto, o algo ayudó el hecho, conocido por el arzobispo Herrera
Restrepo, de que el 12 de junio del milagroso año, el gobierno conservador,
agotados los recursos para continuar la guerra, ofreció a la huestes liberales
de Uribe Uribe un muy generoso indulto si rendían sus armas y se
desmovilizaban. Lo cual hicieron en la hacienda Neerlandia el 24 de
octubre de 1902, cuatro meses y dos días después de la piadosa consagración…
aunque 12 días antes de la sacrosanta ceremonia, se hubiera proclamado el
Indulto gubernamental.
Que el milagro fue del Sagrado
Corazón de Jesús y no a causa del Indulto del Presidente Marroquín, lo
atestigua el hecho de que la Consagración al Divino músculo palpitante se
mantiene en Colombia, y se renueva cada año con un solemne Te Deum en la
Catedral Primada, con asistencia del Presidente de la República y la crema y
nata de la sociedad bogotana.
Con un agregado desde 2008 cuando un
creyente en el Sagrado Corazón de María, el norteamericano Rick Miller,
convenció al Presidente Uribe de que él era, el gringo, no Uribe, Mensajero
Directo de la Virgen María. Con lo cual estuvo de acuerdo el cardenal Primado
de Colombia entonces, Monseñor Pedro Rubiano, quien agregó que "la Virgen se encargará de ayudar a
liberar a todos los secuestrados, de llamar a su redil a la guerrilla y a los
grupos paramilitares, y de acabar con la corrupción política y la
violencia". Aparte de que según el gringo del cuento,
Colombia sería Faro de Luz para la humanidad.
Siendo como es el asunto de las
guerrillas, el de la corrupción y el de la violencia, parece el que Faro de Luz
y Felicidad anda un poco apagado… Y las guerrillas de nuevo prendidas…
Una vieja costumbre menos piadosa.
Rafael Uribe Uribe seguía siendo un
incordio para la oligarquía colombiana por sus idas revolucionarias y
socialistas, por las cuales luchaba desde los escaños del Congreso. Y así hasta
1914 cuando se había negado a apoyar una supuesta Unión Republicana de los dos
partidos tradicionales colombianos, Liberal y conservador, ambos de derecha
como sabemos, y esa fue la gota que derramó la copa. Una conspiración, cuyo
resultado se supo en Caracas 3 días antes de que ocurriera el suceso, determinó
que Uribe Uribe era un estorbo para los designios del Corazón de Jesús,
posiblemente, y se contrataron los servicios de dos adelantados del Sicariato
actual, Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, quienes lo esperaron en las gradas
de Capitolio cuando subía con un proyecto bajo el brazo destinado a
proteger a los trabajadores colombianos de los accidentes de trabajo. Los dos
asesinos lo atacaron a golpes de hachuela –eran carpinteros de profesión– y lo
dejaron mal herido. Lo alcanzaron a llevar al hospital pero murió en la
madrugada del 16 de octubre de 1914.
A partir de
este asesinato, Colombia entra en un intervalo de forzada paz bajo la hegemonía
conservadora hasta 1930, de regímenes liberales de ahí a 1946, y del regreso
del conservatismo hasta la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla de 1953 a
1957, el único Golpe de Estado en el Siglo XX, resuelto mediante la alternancia
derechista en el Poder por parte de los dos partidos tradicionales, durante el
llamado Frente Nacional que duró 16 años, de 1958 a 1974.
Pero la Paz de
Wisconsin ya se había terminado. Los regímenes conservadores de 1914 a 1930, y
la subsiguiente hegemonía Liberal de 1930 a 1946, determinaron de nuevo la
vieja injusticia, los despojos, las desigualdades en la propiedad de la tierra,
los asesinatos de campesinos por el conflicto básico y fundamental en toda la
historia del país más desigual de América Latina en ese aspecto, y en los años 40s
del siglo pasado surge de nuevo la protesta social campesina con la aparición
de las llamadas Guerrillas de los llanos Orientales, ante el retorno de los
regímenes conservadores sucesivos de Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y la
dictadura de Gustavo Rojas Pinilla de 1953 hasta 1957, cuando entregó el poder
presionado por los estudiantes, soliviantados por la oligarquía nacional que ya
estaba descontenta por, comillas, “la falta de Democracia”.
Las Guerrillas
del Llano, comandadas por Guadalupe Salcedo, Dumar Aljure y Eduardo Franco
Isaza, ponen en aprietos a los gobiernos conservadores ya mencionados. Y es en
el de Ospina Pérez cuando ocurre el 9 de abril de 1948 el asesinato del líder
liberal socialista y populista Jorge Eliécer Gaitán, lo cual inicia el
sangriento periodo llamado La Violencia, de características económicas y
políticas, y que dura hasta cuando la Junta Militar que remplazó a la dictadura
de 4 años del General Rojas Pinilla, firma la paz con los alzados en armas de
los llanos.
Pero la clase dirigente colombiana no
olvida ni perdona. Y tal como ocurriera con los remotos Comuneros del Siglo
XVIII, con Rafael Uribe Uribe en 1914 y con Jorge Eliécer Gaitán en 1948,
Guadalupe Salcedo es acribillado por la policía el 6 de junio de 1957, en un
barrio de Bogotá por donde caminaba una noche confiado en la paz que acababa de
firmar con la Junta Militar. No estaba en los llanos abiertos, planos y
extensos, su territorio y su espacio. La ciudad tenía otros recovecos… Y
el Poder político, las armas…
Y entonces, las FARC y el ELN
El
año 1964 marca un hito importante en la historia de las rebeliones populares de
Colombia. Era el segundo período del Frente Nacional, y era el conservador
Guillermo León Valencia, de la alta clase social de Popayán, el Presidente
sucesor de Alberto Lleras Camargo, liberal, quien había inaugurado el Gran
Acuerdo Nacional… de las élites.
Las Guerrillas del Llano, ya estaban
vencidas y arrinconadas con el asesinato de su líder Guadalupe Salcedo y la
ejecución de Dumar Aljure 11 años después en un asalto de las FF AA a su
refugio, donde murieron Aljure, su esposa y 13 guerrilleros tardíos que lo
acompañaban.
Pero la gesta revolucionaria de los
llaneros, impulsó a los también perseguidos campesinos del Tolima, departamento
del centro sur occidente del país, a defender sus propiedades de la codicia de
los terratenientes de la región. Y a raíz de la Paz firmada por Guadalupe
Salcedo, y no creyendo mucho en las promesas oficiales, un grupo grande de
guerrilleros se refugia al sur del país, en la región tolimense de Marquetalia,
y allí se hace fuerte bajo el mando de uno de tales campesinos, Pedro Antonio
Marín, quien sería conocido después como Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo.
Pero el gobierno de Guillermo Leon
Valencia ordenó el asalto y bombardeo de Marquetalia, por lo cual un grupo de
los alzados en armas logra huir por las montañas y, desde allí, “desde un lugar
en las Montañas de Colombia”, Manuel Marulanda Vélez crea el llamado Bloque Sur
de la Resistencia Campesina Armada, que el 30 de mayo de 1974 pasa a llamarse
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.
La misma organización guerrillera que
en 2016 accedió a la propuesta de Paz del entonces Presidente Juan Manuel
Santos, quien desistió de mantener la política de Seguridad Nacional, o
sea de guerra contra el pueblo, que había sido el motor del gobierno anterior
de Álvaro Uribe, y del cual él mismo había sido Ministro de la Defensa. Muy
recordado por todos en Ecuador pues que fuera el ejecutor de la masacre aérea
de Angostura realizada por el ejército colombiano el 1 de marzo de 2008,
posiblemente con la participación logística de las Fuerzas Militares
norteamericanas acantonadas todavía en la Base de Manta.
No fueron las FARC
el único frente guerrillero que surgiera en Colombia el año 1964. Conformada un
año antes, en 1963, La Brigada pro Liberación José Antonio Galán, en memoria
del antiguo comunero decapitado por la Corona Española, la Brigada dio origen al
Ejército Nacional de Liberación, ELN, que simbólicamente y en recuerdo de la
protesta comunera de 1781, realizó su primera incursión guerrillera en la
población de Simacota, Santander, en donde expidieron el Manifiesto de Simacota
con su ideario político y un lema elocuente en su simplicidad: Libertad o
Muerte.
El ELN tendría en
sus filas en los años siguientes, aparte de su Comando Central dirigido por
Nicolás Rodríguez Bautista, “Gabino”, a nombres harto conocidos como el
sacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo, el sacerdote aragonés Manuel
Pérez Martínez, “El Cura Pérez” y el también sacerdote Domingo Laín, ambos
españoles.
El ELN se adhirió
desde 2016 a las conversaciones de paz propuestas por el ex Presidente Santos,
de Colombia, y se eligió a Ecuador como sede dichas conversaciones. Ello se
mantuvo durante la última parte del gobierno de Rafael Correa, pero el sucesor
Lenín Moreno, como sabemos, denegó esa posibilidad en 2018, retirando a Ecuador
como sede de tales acuerdos.
Y así, hasta
1970 y el M19
Otro
grupo guerrillero surgiría en 1970 motivado por un escandaloso fraude
electoral. Era abril 19 de 1970 y el gobierno liberal de Carlos Lleras
Restrepo, en Colombia, en su último año, organizaba las elecciones que
determinarían, dentro del llamado Frente Nacional, el siguiente Presidente
colombiano que debería pertenecer al partido Conservador.
Se
presentaron dos candidatos, uno de ellos el ex Dictador Gustavo Rojas Pinilla,
que había logrado conquistar las esperanzas del pueblo colombiano que recordaba
con gratitud algunas de las acciones de su gobierno populista de menos de 4
años, con un mensaje sencillo que las gentes entendían a cabalidad pero que la
oligarquía nacional y la Gran Prensa llamaban despectivamente “La Dialéctica de
la Yuca”. El ex Dictador había aprendido que a la gente del común no hay que
hablarle al cerebro sino al estómago. Y eso, tan obvio, era motivo de burla
para la ilustradísima élite bogotana.
El
Presidente Lleras Restrepo, hombre de baja estatura pero de elevados
conocimientos económicos, integraba con el Economista argentino Raúl Prebish la
avanzada de lo que se llamó el Modelo Cepalino de manejo de la Economía, por su
origen en el hoy todavía vigente organismo de las NN UU llamado CEPAL.
Un
par de anécdotas y un chiste ilustran mejor la personalidad soberbia de Carlos
Lleras Restrepo y su fuerte carácter. Es aún muy recordada en Colombia –y
pertinente por su significación contraria al momento político del Ecuador de
hoy–la visita que le hiciera una importante Misión del Fondo Monetario
Internacional, que le demandó tomar algunas medidas que no eran de su agrado y
que no correspondían a su visión de la Economía del país. Ante
el requerimiento impositivo del FMI l Presidente Lleras los
informó secamente que él era, y no ellos, el Presidente de Colombia. Acto
seguido ordenó a la Guardia del Despacho: “Acompañen a los señores a la puerta,
que ya se van”.
En
marzo de 1967, a un año de haber asumido el poder, Carlos Lleras expidió en
Cadena Nacional de Radio y Televisión, a la una de la mañana cuando el país
estaba dormido, las instituciones oficiales cerradas y el empresariado nacional
en "merecido descanso", lo que se llamó el Estatuto de Cambios, que
daba un vuelco importante a la Economía del País, detenía toda actividad
económica financiera dede ese momento, regulaba la actividad bancaria, prohibía
la salida de divisas del país y ponía el consecuente freno a las imposiciones
económicas que el FMI le acababa de exigir, con la respuesta presidencial que
mencionamos en el párrafo anterior. Los bancos y los sempiternos especuladores
que a la menor señal de alarma o, al contrario, de prosperidad inusitada sacan
sus dólares a los paraísos fiscales, se quedaron, como se dice, "con los
crespos hechos". Desde ese momento, nadie pudo mover un dólar de sus
cuentas sin permiso del Estado.
El
chiste se contó por varios años en los mentideros políticos y en las tertulias
de café. El Presidente de Colombia reside en la misma Casa Presidencial, el
llamado Palacio de Nariño. Y una noche en que el Presidente Lleras –curiosa
coincidencia de un presidente que trabajaba 16 horas diarias, con otro que bien
recuerdan aquí sobre todo quienes lo odian– salía de su despacho pasada la
media noche y se dirigía a sus espacios familiares, por esos azares de la vida
doméstica, su esposa Cecilia de la Fuente transitaba también por los pasillos
de la residencia, y al encontrarse sorpresivamente con su esposo, exclamó:
"¡Dios mío!". A lo que el Presidente Lleras contestó sin inmutarse:
"Entre nosotros Carlos, querida".
Con
estos antecedentes y otras acciones similares tanto de política externa como de
la doméstica, las gentes de Colombia teníamos muy presente la personalidad del
Presidente de la República. Y la verdad, a la gran mayoría agradaba ese talante
algo soberbio pero, sin duda, respaldado por un gran conocimiento de la
Economía y por un nivel intelectual internacionalmente reconocido. Lo que me
recuerda a alguien… Tal vez fue Carlos Lleras Restrepo el penúltimo Presidente
que hacía recordar el viejo postulado de que en Colombia para ser presidente,
primero hay que ser Académico. El Penúltimo. El último fue Alfonso López
Michelsen. Ambos, por cierto, de esa alta oligarquía bogotana a la que la
suerte del pueblo pueblo le importa menos que su control de los destinos
del país. Pero a todo señor, todo honor.
En
esos años los escrutinios eran lentos y se realizaban desde el día siguiente de
las elecciones. Y a las 7 de la noche del lunes 20 de abril, se perfilaba ya un
triunfo muy molesto para esa Aristocracia Política: el del ex Dictador Gustavo
Rojas Pinilla, a quien esa misma casta socio política había sacado a empellones
estudiantiles del poder el 10 de mayo de 1957.
De
modo que para el gobierno Lleras y sus aliados políticos, las cuentas
electorales no cuadraban a comienzos de esa noche. Su candidato, Misael
Pastrana Borrero, aparecía muy atrás de los escrutinios. Y en las calles del
país, las gentes del pueblo empezaban a proclamar la victoria del ex Dictador y
a llenar plazas y calles urbanas.
Así que a las 8 de
la noche del lunes 20 de abril, un día después de los comicios, todas las
emisoras del país y los canales de televisión, entonces solo 3 que
monopolizaban la señal, se llenaron con una Cadena Nacional ordenada por el
Gobierno. El Presidente Lleras no perdió tiempo en explicaciones por
cierto imposibles. De modo que se limitó a decir, palabras más palabras menos
porque cito de memoria y han transcurrido nada menos que 49 años:
“Colombianos. En
razón de los escrutinios de la jornada electoral del domingo 19, el orden
público del país está en riesgo de alterarse, por lo cual mi Gobierno ha
decidido controlar la situación para evitar desmanes y posibles disturbios
innecesarios y perjudiciales para la marcha de la nación”.
Entonces sacó su
reloj de pulsera, lo puso sobre la mesa, lo miró, y dijo con voz lenta, no alta
sino autoritaria:
“Compatriotas. Son
las 8 y 5 minutos de la noche. A las 9, todos deben estar en sus casas pues
desde este momento rige un Toque de Queda Nacional, y el Ejército empezará a
patrullar todas las calles de la República. Buenas noches”.
Se levantó de la
silla Presidencial, miró directo a la cámara un par de segundos, y salió de la
Oficina. El mensaje había durado exactamente 30 segundos.
Yo escuchaba el
mensaje en la Cafetería de la Universidad del Valle, donde estudiaba una
carrera que poco después abandonaría por aburrimiento: Administración de
Empresas. Pasé por el aula a recoger mis libros, y salí a la Calle 5ª del sur
de Cali, por donde quedaba la Universidad, casi frente al Parque
Panamericano… y me preocupé: Ni un bus a las 8 y 30, ni un taxi vacío, y
nadie que se detuviera.
De ahí a mi casa,
eran aproximadamente unas 80 cuadras, que no alcanzaría a caminar en media
hora pero, como se dice, “es lo que hay”. Y empecé a caminar tratando de, ya
pasadas las 9, no ser muy visible en las iluminadas calles caleñas. Llegué a
casa a las 10 de la noche algo pasadas, casi pegado a las paredes, y en un
silencio entre divertido y aterrador.
Al día siguiente,
martes 21 de abril de 1970, el ganador de las elecciones en Colombia era el que
fue Presidente desde el siguiente 7 de agosto: Misael Pastrana Borrero.
Y es por eso que el
Movimiento Guerrillero que se les ocurrió en Yumbo, la zona industrial de Cali,
a Iván Marino Ospina, Antonio Navarro Wolf, Rosemberg Pabón y unos pocos más,
se llamó M19. Movimiento 19 de Abril, que por cierto terminó con su acogida a otras
conversaciones de Paz, su ingreso a la vida civil sin armas pero con propuestas
desde un partido político que se llamó Alianza Democrática M19, y cuyos mayores
dirigentes y mas de cinco mil de sus integrantes, fueron paulatinamente
asesinados por el paramilitarismo para estatal, cuando no por las mismas FF AA
y la Policía Nacional, en los siguientes tres años, casi hasta desaparecerlo
del panorama político colombiano. Lo que de ese movimiento logró subsistir,
formó posteriormente el Polo Democrático Alternativo, con algunas de sus
figuras sobrevivientes como Gustavo Petro, ex Alcalde de Bogotá y candidato a
la Presidencia de la República.
La traición
del Estado colombiano en manos de las eternas clases dirigentes ultra
conservadoras aunque se autoproclamen liberales, ha sido la constante en la
vida del país, como lo demuestra en estos momentos el reiterativo y fallido
intento iniciado por el anterior Presidente Juan Manuel Santos, y boicoteado
hoy por el actual, Iván Duque, a instancias del mayor enemigo de la Paz que ha
tenido Colombia desde su fundación como República: el hoy Ex Presidente Álvaro
Uribe Vélez, creador del Paramilitarismo que desde los inicios de las
conversaciones de Paz, ha asesinado a más de 600 lideres sociales, dirigentes
sindicales, luchadores por la paz y exguerrilleros acogidos a la "Vida
Civil". Que en Colombia significa Muerte Segura.
Esta
es la apretada síntesis de lo que han sido en Colombia 249 años de Resistencia
Popular, desde 1781 y los Comuneros de El Socorro contra la Monarquía Española,
y luego y desde entonces frente las Clases dirigentes colombianas
que, a pesar del Grito de Independencia del 20 de julio de 1810, aún mantienen
al pueblo colombiano aherrojado con las cadenas casi indestructibles de la
Política oficial Conservadora, aunque a ratos se haya denominado Liberal, muy
bien aseguradas con el mejor engrudo que esas clases dirigentes encontraron
para mantener a ese pueblo sometido a sus ambiciones económicas: la Iglesia
Católica.
Porque la Autoridad
la tiene el que puede. Y toda Autoridad, viene de dios…
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