Heddy Lamar


El día del Inventor, 9 de noviembre de cada año, se creó en honor a una bella actriz de cine que fue la primera en desnudarse en la pantalla… en 1933. Mas no fue por eso, como veremos adelante.
Pero si usted tiene móvil, tablet, control remoto o un computador 4G con  BlueTooth, GPS y wifi, debería agradecerle a esta dama que estudió ingeniería electrónica, es la mujer más bella en la historia del cine, e inventó «un sistema de comunicaciones secreto que fue la versión temprana del “salto en frecuencia para espectro ensanchado” (…), diseñado para dirigir torpedos por radio que fueran imposibles de detectar por los enemigos», según descripción de su invento en la enciclopedia universal Wikipedia. Sí, ese sistema que hoy le sirve a usted para chatear y mensajear mientras conduce.
Hedy Lamar nació en Viena el 9 de noviembre de 1914, del matrimonio de Emil, banquero austríaco de origen judío, y no es redundancia, y de Gertrud, pianista polaca igualmente judía, y tampoco lo es, ambos convertidos al cristianismo para poder sobrevivir ellos y su hija en la “atea” Alemania nazi. Fue registrada como Hedwig Eva María Kiesler.
Inteligente y hermosa desde niña y “estudiante superdotada”, a los 16 años inicia estudios de ingeniería. Y le atrae el Teatro de modo que, en 1930, llega a las tablas del teatro berlinés de la mano del Director expresionista austríaco Max Reinherdt [SumurûnDas MirakelDie Insel der SeligenEine Venezianische NachtA midsummer night's dream (Sueño de una noche de verano)]. De las tablas al cine no hubo mucho trecho: de 1930 a 1932 actúa en 4 filmes olvidables, y en 1933 protagoniza Éxtasis, filmada en la campiña checa, en la que un desnudo de 10 minutos nadando en un río y corriendo por los campos como llegó al mundo pero más crecidita, la remite a la fama… y a su primer matrimonio.
La larga escena nudista de Éxtasis, filme del director checo Gustav Machaty, quien ya se había atrevido con el tema erótico en 1929 en el filme mudo Erotikon, finaliza con un primer plano del rostro de la actriz al momento del orgasmo, escándalo mayúsculo para la época. La escena le cuesta un receso en su carrera cinematográfica, pero le permite continuar sus estudios de ingeniería… y contraer matrimonio sin ganas.
Pues como la vida impone sus reglas, su belleza en la plenitud del desnudo llama la atención del magnate Friedrich 'Fritz' Mandl, fabricante austríaco de armas para el Ejército Nazi de Hitler y el Fascista de Mousolini. ‘Fritz’ Mandl, prendado de la bella actriz, obliga a sus conversos padres judíos, chantaje de por medio, a un matrimonio “arreglado” que le desarregla la vida a la estrella hasta el punto de que años más tarde hablaría de esa época como de “verdadera esclavitud”.
El empresario armamentista le arma a Hedwig un encierro que no le permite salir de casa sino en su compañía y a sus cenas de negocios, le hace dejar, aprovechando el escándalo, su incipiente carrera cinematográfica, compra y destruye todas las copias de Éxtasis que le es posible, y logra lo que es tan común en la cultura machista: pasar de admirador a marido, de marido a dueño… y de dueño a abandonado… En el caso de Hedy en complicidad con su asistenta, aventura lésbica que le permite escapar de las garras de su propietario por la ventana del baño de un restaurante en Berlín, y de ahí a un automóvil que la esperaba para conducirla a París, en donde logra evadir a los guardaespaldas de su comprador, que la habían seguido hasta la capital francesa. Se divorcian en 1937.
No obstante, Hedy aprovecha el desgraciado matrimonio y el intervalo cinematográfico para continuar sus estudios de ingeniería electrónica, que por fortuna el adquiriente de su cuerpo no le impidió. Y utiliza la situación para iniciar su venganza personal, averiguando con él y con sus amigos nazis muchos de los secretos de guerra y de armas que se rumoraban en las conversaciones en casa. Al fin y al cabo, Hedy sólo era el florero del magnate de manera que podían hablar sin discreción alguna frente a la muñeca que adornaba las visitas.
Sus estudios y los secretos que escuchaba sobre armamento y aparatos de guerra del Fhürer, le servirían mas tarde, en EEUU, para sus investigaciones sobre las comunicaciones en el frente de batalla.
En París vende sus joyas, regalo del “comprador”, para financiar su huida, pasa a Londres, y como ya la fama la persigue tanto como su marido pero con mejor suerte que este, logra viajar a Hollywood donde la recibe otro magnate, pero esta vez del cine y acostumbrado a que a las damas se las conquista pero no se las compra: Louis B. Mayer, socio ya de la Metro. Mayer había quedado viudo de su amante Bárbara La Marr, muerta en un accidente, y la nudista de Éxtasis le cayó como anillo al dedo para sus dotes de Protector y Productor. Y empieza por cambiarle el nombre, como se estila en Hollywood, en recuerdo de su amada muerta.
Allí muere Hedwig Eva María Kiesler y nace Hedy Lamar

De Hollywood al show político
Hollywood, por supuesto, se rinde ante la belleza de la actriz, y con la Metro firma un contrato de 7 años durante los cuales actúa en cerca de una veintena de películas, casi todas olvidables, excepto Sansón y Dalila, uno de los temas bíblicos que puso de moda por los años 40s y 50s Cecil B. De Mille, que logra consolidar la fama de Lamar a pesar de la cara de cartón de Víctor Mature, su compañero de pantalla. (Por cierto, referencia personal, fue ese el único de sus filmes que llegó a mi pueblo a comienzos de los 50s –la fama del desnudo había hecho que la Curia prohibiera todo lo que tuviera que ver con la dama en cuestión– para que Hedy compitiera en mis obsesiones juveniles con Ava Gardner, que ya me había conquistado en Mundos opuestos y en Las nieves del Kilimanjaro, y que no estaba prohibida. Aún no se empelotaba. Ya lo haría en 1959 en La Maja Desnuda y en 1964 en La noche de la Iguana, pero ya era tarde para la censura eclesial… De todos modos, tal golpe de belleza a los 10 años tuvo consecuencias catastróficas: me hice enamorado eterno de las divas del cine, obsesión que aún me dura y que hoy reposa inútil y desesperanzada en Natalie Portman…).
Pero Hedy no tuvo buen ojo para los filmes o, quizás, los visionarios productores de la Metro se limitaron a explotar su belleza sin percatarse de su talento. Así que le negaron, aunque dicen que ella los rechazó, los papeles principales en el thriller La Luz que agoniza, dirigido por George Cukor y al lado de Charles Boyer, en el papel de Paula, la abnegada y sufrida esposa de un vividor, y en Casablanca, filme de Michael Curtiz con Humprey Bogart, en el papel de Ilsa, amante del dueño del Café de Rick en la ciudad marroquí, al que Ilsa habría conocido en París mientras su marido peligraba en la Resistencia. El personaje femenino fue interpretado en ambos filmes por Ingrid Bergman, y Casablanca sigue figurando en el Top Ten de la cinematografía mundial.
Los dos filmes le dieron a Ingrid Bergman, la tercera del trío de bellas de esos años, sendos Óscar por su estupendo trabajo. Quizás Hedy no hubiera sido inferior en talento actoral, pero en belleza sin duda estaba a la par de la hermosa sueca. Para bien de su biografía, la duda la favorece.
No obstante la frustración que le causara no haber actuado en los dos memorables papeles, Hedy siguió filmando hasta 1989 cuando hizo Entertaining the Troops, luego de 10 años de ausencia de los sets de filmación, cuando se retiró definitivamente de la escena, que había combinado con la ciencia durante casi tres décadas. Caso único en la historia del cine.
Pero antes de regresar a la ciencia, fue la política la que hizo de Hedy Lamar un ícono del patriotismo USA. Enemiga acérrima del nazismo, con justa razón dada su historia y los estragos que el régimen hitleriano ocasionaba en Europa, Hedy ofreció al gobierno gringo sus conocimientos en ingeniería de las comunicaciones, pues ya tenía en mente uno de los principales problemas del frente de batalla: la precariedad de las comunicaciones radiales, fácilmente detectadas por el enemigo debido a la obligada utilización de una sola frecuencia radial.
Pero el Gobierno y la burocracia no se habían fijado en su cerebro sino en su belleza. La convirtieron en modelo de afiches propagandísticos y la convencieron de que durante un festival de una noche le daría un beso a quien comprara 25 mil dólares en posters. Fue tal el entusiasmo de los fans que en esa noche vendió siete millones de dólares… Es decir, 280 besos… A un beso por minuto, debió estar bastante ajetreada…

Pero vamos al laboratorio
Del recuerdo de las antiguas conversaciones en casa de su ex marido entre políticos y militares del Reich, aparte de sus estudios de ingeniería electrónica y su insaciable curiosidad, Hedy infirió que los aliados no podían utilizar un torpedo teledirigido porque las señales de radio serían detectadas por el enemigo y neutralizadas. O, lo que habría sido peor, redirigidas para que el obús regresara al sitio de lanzamiento y explotara con las consecuencias que son de imaginar.
Ya en Estados Unidos y a salvo de su depredador, Hedy continúa sus estudios, obtiene el título de Ingeniera de Telecomunicaciones, y actúa en casi una docena de filmes nada memorables pero que la ubican, con justicia, como “La mujer más bella en la historia del cine”. Solo que, al contrario de las divas de la época, ella es muy zanahoria. Según Richard Rhodes, su biógrafo, odiaba las fiestas y la bebida y su único placer era investigar e inventar. Seguramente fue su desprecio por la frivolidad propia de la farándula lo que la hizo decir en algún momento de hastío: “Es muy fácil ser glamorosa: basta quedare quieta y parecer estúpida”.
Para 1941, cuando se hacía necesario para las fuerzas aliadas el apoyo de la ciencia, Hedy estaba casada con Gene Markey, el segundo de sus 6 matrimonios, y conoce a un compositor con facultades de inventor, George Antheil, con quien empieza a investigar acerca de los sistemas de frecuencias radiales, inspirados en las ondas musicales que surgen del piano, y descubren que, como las ondas musicales, las frecuencias radiales pueden “saltar” en el campo electromagnético. Principio acústico que podía ser utilizado en las señales de radio que se utilizaban para dirigir los torpedos. Y entonces idean un aparato de 88 frecuencias que hacía imposible detectar las señales de radio, que saltaban de una en una.
En 1942, la Oficina de Patentes de los EEUU admite el invento y lo registra con el número 2.292.387, a nombre de HK Markey y G.Antheil. Es decir, Hedy Lamar con su nombre real y su apellido de casada, Hedwig Kiesler Markey.
El invento, sin embargo, requería de un aparato receptor de difícil colocación en un torpedo, la US Navy lo desechó para sus navíos de guerra, y Hedy y su amigo George abandonaron el proyecto. Su utilidad era manifiesta pero el desarrollo de la contienda bélica impedía a la industria militar dedicar esfuerzos que no tuvieran como destino la invención o mejora de sus armas. De modo que el aparatito se quedó en los planos hasta 1957 cuando la empresa Sylvania Electronics Systems Division pudo contar con otro invento de la época, el transistor, lo que redujo el tamaño del artilugio, y el sistema pudo utilizarse en la transmisión de datos mediante aquello que los dos inventores habían intuido años atrás: el Salto de Frecuencia en un Espectro Ensanchado, sea eso lo que fuere.
Probado y comprobado el Sistema de Salto de Frecuencia, el gobierno USA lo adoptó para sus operaciones militares, pero la Patente aquella de Lamar y Antheil había vencido 3 años antes y la pareja de artistas inventores nada pudo hacer para que su invento les produjera los beneficios que, sin duda, merecían.
Hoy, el Espectro Ensanchado o Salto de Frecuencia de Lamar/Antheil es la norma en todos los sistemas de comunicaciones inalámbricas, lo que hace que nuestros teléfonos móviles, tablets, computadores, controles remotos y otros artilugios que utilizan GPS, BlueTooth y wifi, le deban su funcionamiento a la chica que en 1933, a los 19 años, corriera desnuda por la campiña checa y fingiera para las cámaras un orgasmo escandaloso, en la famosa escena del filme Éxtasis que la empujó al cine y a la gloria. Menos notoria, su inteligencia la llevó también al panteón de los inventores de tecnología: en su homenaje el 9 de noviembre se conmemora El Día del Inventor.

Regreso al cine y decadencia
A partir de 1950 y luego del éxito de Sansón y Dalila, Hedy filma una decena más de películas de las que no queda más que el recuerdo de su belleza, ahorra una pequeña fortuna, se casa otras cuatro veces, procrea 3 hijos en total y acumula el recuerdo de varios amantes entre hombres y mujeres, pues ya se reconoce bisexual.
A mediados de los años sesentas es arrestada por robo de mercancías en un almacén de los Ángeles, primera manifestación de la cleptomanía que la afectó en sus últimos años, y que repite en Miami poco después en una tienda de cosméticos.
Los honores posteriores se refirieron más a su contribución a la ciencia, y en 1997 es honrada por la Fundación Frontera Electrónica con el Premio Bulbie, primera mujer en recibirlo. Su hijo Antohny Loder, de su tercer matrimonio, la representó. Ya estaba recluida en su residencia de Miami, donde falleció mientras dormía el 19 de enero de 2000.
           Sus cenizas fueron llevadas por su hijo y esparcidas en los bosques aledaños a su Viena natal, más o menos cerca de los bosques que recorrió desnuda en su juventud para escándalo de la parroquia y deleite de los amigos de la belleza…

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